Desde la administración se han impulsado reformas necesarias, como las del Instituto de Previsión Social, Superintendencia de Pensiones y Ley del Servicio Civil. Todas estas, en esencia son positivas, pero ninguna de ellas pone barreras para la injerencia política dentro de las instituciones, mal que nos ubica siempre en los primeros puestos de la corrupción.
Suena muy poco ético que el Gobierno maquille al país con iniciativas que son destacadas por los organismos multilaterales, pero que dejan espacio para que permee la corrupción o el mal uso de los escasos fondos disponibles.
Paraguay necesita al menos un grado de inversión más para poner pensar en atraer las inversiones de grandes fondos como el de Pensiones de Perú, cuyas exigencias incluyen contar con esta calificación por parte de al menos dos calificadoras. Si bien Moody’s toma muy en cuenta el aspecto macroeconómico y regulador para establecer puntuaciones, otras calificadoras también se centran en el aspecto político y social. Por esa razón, el desafío va más allá de los números.

Santiago Peña, quien debería ser el que lidera la transformación política- cultural del país, está más preocupado por aprovechar al máximo los días de verano en su lujosa mansión de San Bernardino. Viajar en helicóptero evitando el caótico tráfico, los baches y el peaje, se volvió una de sus actividades favoritas.
En promedio, son 11 los minutos de vuelo los que separan al centro de Asunción de la lujosa quinta del mandatario, mientras que 30 son los que en promedio separa a un bus de otro en la zona metropolitana.
Muchos dirán que él como presidente tiene ciertas prerrogativas, pero es una total falta de ética y empatía de su parte hacerlo cuando los ciudadanos sufren en las calles todos los días. El tráfico, el peaje más caro, los buses chatarra y una nueva suba de combustibles que golpea a los bolsillos, es una de las constantes. Pero para él, resulta más preocupante que un medio de comunicación exponga sus lujos y las deficiencias en la seguridad de su mansión.
Este probablemente es uno de los Gobiernos con menos ética que se tiene en la historia del país. Sus ministros están llenos de escoltas, como sendas comitivas integradas con vehículos de alta gama, así como los legisladores en general. La mayoría de ellos son de su movimiento y otros operan para la misma línea del Gobierno motivados por algunas dádivas.
Generalmente, las autoridades de turno contratan a asesores para que les orienten o hagan saber sobre situaciones que escapan a su percepción. Pero últimamente, estos fungen de una patología que les permite distorsionar la realidad y decirle a mandatario que todo está bien. Lo que sí todos los ciudadanos sabemos es que “ellos están mejor”.
Mientras el mandatario se jacta de su constante desarraigo para buscar inversiones que transformen al país, que generen puestos de trabajo, la falta de oportunidades es cada vez mayor. La realidad es que las inversiones no llegan, que los grandes proyectos de inversión están trancados y que los 500.000 empleos prometidos en campaña siguen siendo una ilusión.
Santiago Peña necesita corregir su rumbo y ocuparse más de las preocupaciones de la ciudadanía que vive dentro de una olla a presión (no solo por el extremo calor). Es hora que impulsar verdaderas reformas que impacten en la podrida estructura estatal. Vivimos en una situación extrema que requiere de medidas extremas.
La ciudadanía no tiene la posibilidad de abordar un helicóptero para huir de sus problemas y espera soluciones urgentes a temas como salud, educación y empleo.