Guterres precisó que pronto hará un llamamiento similar para ayudar a Turquía.
“Las necesidades son inmensas y sabemos que la ayuda para salvar vidas no está llegando a la velocidad y escala necesarias”, insistió Guterres.
“Una semana después de los devastadores sismos, millones de personas en la región luchan por sobrevivir, sin hogar y bajo temperaturas glaciales”, agregó.
En la noche del martes, el saldo de muertos era de 39.106, de los cuales 35.418 son en Turquía y 3.688 en Siria.
La ONU anticipó el domingo que tales cifras aumentarían fuertemente.
“Estamos asistiendo a la peor catástrofe natural en la región europea de la OMS en un siglo y aún estamos midiendo su magnitud”, declaró un funcionario de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En tanto, los equipos de rescate lograron a algunos supervivientes.
Pero a pesar de esos pequeños milagros, las posibilidades de encontrar más personas con vida en los edificios colapsados son casi nulas.
“Los equipos que vinieron a buscar aquí dejaron claro que buscan a los vivos. Trabajaron durante dos días sin encontrar ninguno”, lamentó Cengiz, un soldado de 50 años en Antakya con cinco familiares enterrados entre los escombros.
DAMNIFICADOS. En esas circunstancias, la prioridad ahora es atender a los cientos de miles –si no millones– de personas cuyas casas fueron destruidas por los terremotos.
“Hemos atendido las necesidades de alojamiento de 1,6 millones de personas. Cerca de 2,2 millones han sido evacuados o han abandonado las provincias (golpeadas)”, indicó el martes el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, tras una reunión del Gobierno.
En el lado sirio, por primera vez desde 2020, un convoy de ayuda se dirigió el martes a las zonas rebeldes del norte por el puesto fronterizo de Bab al-Salama, con Turquía, observó un periodista de AFP.
Lo integraban 11 camiones de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) cargados de carpas, colchones, mantas, alfombras y otros.
El puesto fronterizo de Bab al-Salama conecta el territorio turco con el norte de la provincia de Alepo, controlada por facciones sirias leales a Ankara.
Se había cerrado a la ayuda humanitaria de la ONU por presiones de Rusia, aliado del régimen de Damasco.
Las zonas fuera de control del Gobierno sirio, en el norte de Alepo y la provincia de Idleb (noroeste), donde viven casi tres millones de personas figuran entre las más devastadas por el terremoto en Siria. Siria había anunciado previamente la apertura de dos nuevos pasos fronterizos con Turquía.
Falla de 300 Km
La destrucción causada por los sismos de hace nueve días en Turquía, con al menos 40.000 muertos en este país y en Siria, se explica en parte por una particularidad geológica: no tuvo un epicentro preciso, sino que se expandió por una falla de 300 kilómetros, explicó el vicedirector del Observatorio Sismográfico de Kandilli en Estambul, Ali Pinar. El enorme territorio afectado por el movimiento de la falla, que alcanza unos 100.000 kilómetros cuadrados, dificulta el envío urgente de ayuda y equipos de rescate. EFE