22 nov. 2024

Oportunidad

Wendy Marton – @WendyMarton

Más de 279.000 paraguayos son analfabetos, más de 250.000 jóvenes no estudian ni trabajan, más del 10% de la población juvenil se encuentra desempleada, el 80% de las tierras en el país son acaparadas por latifundistas y se encuentran en manos de extranjeros, lo cual produce migraciones y miserias.

La denuncia de Emiliano González, dirigente de la Juventud Paraguay Pyahurã, remarca una realidad que azota al país hace años, sin que ningún gobierno haya hecho algo para cambiar la situación.

Mientras organizaciones sociales y gremiales reclaman acciones estatales y gubernamentales que posibiliten cambiar la situación por la cual atraviesan miles de paraguayos, el Gobierno de Mario Abdo Benítez solo atina a plantear enmendar la Constitución Nacional para otorgar otro rol a las Fuerzas Armadas, promueve el servicio militar obligatorio y promociona la construcción de cárceles.

El presidente de la República necesita replantear sus planes, cambiar a algunos componentes de su Gabinete ministerial y trabajar para comenzar a cambiar las cosas.

El hartazgo por la inacción ante hechos de corrupción y la promoción de personas que ni siquiera cuentan con títulos universitarios, hace que los jóvenes se cuestionen sobre su futuro y su permanencia en el país.

Sobre todo, por la situación contradictoria planteada por el Gobierno de Abdo, que, por un lado, decidió continuar la política de incentivo a estudios terciarios y posgrados a través de las becas Carlos Antonio López (Becal), pero en contrapartida nombra como ministro a una persona que, con dudas, cursó y culminó la secundaria.

La falta de gente capacitada para administrar la cosa pública se nota principalmente en la ausencia de políticas que permitan a los pequeños productores acceder a una distribución equitativa de las tierras, a planes agrícolas que acompañen su producción y les permita cultivar productos que reciban su precio justo.

A ello se suma que mientras continúan los debates sobre la reforma educativa, las entidades educativas continúan cayéndose a pedazos y la gratuidad de la educación está solo plasmada en los papeles.

En materia sanitaria, tampoco se ven intentos de reformar el sistema de salud, con un lamentable servicio proveído por el Instituto de Previsión Social (IPS), la falta de puestos de salud en todos los puntos del país y de provisión de medicamentos para las personas de escasos recursos.

El Ministerio de Trabajo sigue sobrepasado, y con una cantidad limitada de funcionarios encargados de controlar a las empresas, que no solo mantienen horarios superiores a las ocho horas establecidas, sino que además incumplen con el pago del salario mínimo legal.

Mientras las inversiones estatales no se canalicen a áreas que puedan apuntalar la economía, con estrictos controles sobre los desembolsos, el país seguirá haciendo promoción sobre el atractivo de contar con tasas impositivas bajas, pero careciendo de servicios básicos acordes con las exigencias de sectores industriales.

Los jóvenes necesitan acceder a verdaderas oportunidades que les permitan soñar con un futuro mejor en el país. Necesitan saber que las cosas van a cambiar y que las nuevas generaciones se verán favorecidas con un trabajo digno, salarios justos, y que premie la capacidad y honorabilidad de las personas.

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