En noviembre pasado, la muy querida Berta Rojas nos daba la gran alegría al recibir su primer Grammy Latino y decía: “El Paraguay ha sido inspiración para mí todos los días, y este premio es para mi país…”.
Además de este extraordinario logro me quedo con Berta, la persona que trabajó incansablemente y organizó a su equipo para alcanzar nuevas metas, sobreponiéndose a enormes dificultades y regalándonos un hermoso testimonio de “organizar la esperanza”, que es más que esperar que las cosas sucedan, creer que podemos alcanzar nuestros sueños y trabajar con disciplina y creatividad para que esto suceda.
El papa Francisco dice “en las relaciones humanas, en el trabajo, en el compromiso social y político, no hay que limitarse a la esperanza, sino hay que organizar la esperanza”, parafraseando a Tonino Bello, el obispo cercano a los pobres.
¿Cómo lo hacemos? Se me ocurren algunos “alimentadores” de la esperanza:
Dialogar: Cuando escuchamos y nos sentimos escuchados de verdad, nos abrimos a la esperanza. En estos tiempos, más que nunca, es necesario dialogar y preguntarnos si creamos relaciones y trabajos donde esté presente la esperanza. A nivel país, en un momento en que las oportunidades y las dificultades son enormes, urge el diálogo para unir fuerzas de líderes políticos, económicos, y sociales. No es el único camino, ¡es el mejor camino!
Solidaridad: Cuando recordamos la multiplicación de panes que hizo Jesús, a veces nos olvidamos que el primer milagro es la solidaridad de los discípulos que notaron que la gente estaba con hambre y entregaron todo lo que tenían. Cada uno de nosotros podemos aportar algo; desde una ayuda puntual a alguien que necesita, hasta liderar la creación de políticas públicas que ayuden a transformar el país. La solidaridad de destinos implica acción, no simplemente esperar que los ganadores de las elecciones resuelvan los problemas, implica trabajar juntos al servicio del bien común, especialmente, a favor de los más vulnerables.
Educar en la esperanza: Hace unos días me contaron la historia de un niño del interior que, después de participar en un taller de desarrollo de arte y creatividad, dijo: “Mi sueño es conocer los murales de Diego Rivera en México... tengo un pequeño problema de presupuesto, pero sé que voy a resolver”, también Miguel Ángel de origen humilde tenía “problemas de presupuesto”, y gracias a sus altas esperanzas y negativa a aceptar limitaciones se convirtió en uno de los más grandes artistas de la humanidad. “Aprender de las maravillas y cultivar el asombro” es también educar en la esperanza.
Organizar la esperanza nos ayuda a ver murales de Rivera, a ganar Grammys, nos enseña a vivir, amar, trabajar con un propósito, y nos ayuda a ser constructores de esa “patria soñada”, que no es solo un destino, sino también un camino. En este tiempo de cuaresma pidamos por el don de la esperanza, y más allá de nuestras creencias, organicemos la esperanza en nuestra vida para llevarla a aquellos lugares, donde percibimos que ella hace falta.