Para los no futboleros que hayan llegado hasta acá les explico: tenemos un presidente de la Asociación Paraguaya de Fútbol que ya suma tres mundiales de seguido sin que la Albirroja clasifique, pero él ha sido reelecto. Asombroso, ¿verdad?
Ahora, por culpa de una dirigencia inútil, los dirigentes de la asociación, la entidad más fracasada del mundo, los buenos jugadores que tiene el país no van a poder competir en la competición más importante, para los futbolistas y los futboleros. Derlis, Robert Morales, El Pulpito, los mellizos Romero, Miguel Almirón, Richard Ortíz y Gustavo Gómez también se quedaron sin mundial.
No hay otro nombre que fracaso para describir la gestión de quienes manejan el fútbol en el Paraguay. Son una vergüenza. Da incluso la impresión de que en el fondo, odian al fútbol, o no lo entienden, especialmente no entienden lo que significa y lo que representa para la gente: para la gente es sinónimo de encuentro y de alegría.
La dirigencia de la APF le ha robado a los paraguayos la alegría, la ilusión, en medio de tantas situaciones terribles que no podemos resolver: la falta de trabajo, la inflación, la inseguridad, la enfermedad de algún familiar que si no fuera por la pollada de los amigos nos deja sin casa.
Estos dirigentes nos dejaron sin mundial, y ya van tres de seguido. Los señores del fútbol rompieron aquella magia que se generaba cuando jugaba la Albirroja; en aquellos escasos y breves momentos en que dejábamos la camiseta del club, para ser solo paraguayos, y al menos por un rato se dejaba de lado la a veces virulenta enemistad Cerro- Olimpia. Pues, como cuentan los ancianos, antes, la gente iba a festejar las clasificaciones y las victorias de la Albirroja en el Panteón de los Héroes, y una vez le hicieron una foto a Larissa Riquelme y se volvió superfamosa gracias a la Albirroja.
No solo nos robaron la alegría, al no ir a un Mundial se dan otras consecuencias, se venden menos televisores, no se venden camisetas de la albirró ni se vende el merchandising, y encima, con la crisis económica que tenemos, pocos pueden permitirse el asado y la cervecita... sin mencionar los horarios de los partidos, ahora que juegan en aquel país tan lejano y tan poco democrático.
En política, los errores y las derrotas tienen consecuencias. Un dirigente perdedor serial no tendría muchas posibilidades de que su carrera sobreviva, excepto aquí, como una confirmación de aquello que tanto se repite, que Paraguay es el cementerio de las teorías.
Hablamos de fútbol, señora, el único deporte que tiene recursos, que es promocionado y esponsoreado hasta el hartazgo, que cuenta con infraestructura y con todo. Mientras los atletas que con tesón y sacrificio persiguen sus medallas en basket, esgrima, atletismo, ajedrez o natación; aquellos esforzados que vimos en Odesur hace poco, que ganan medallas y nos dan orgullo, a esos no los apoya nadie, no tienen donde concentrar, como los jugadores de fútbol profesional, que viven entre algodones y que igual que todos verán el mundial por tevé.
Hay quienes piensan que el fútbol es el opio del pueblo, quienes no entienden esa alegría, quizá puedan entender algo con este recuerdo, un pensamiento del electo presidente de Brasil, Lula, cuando le preguntaron una vez sobre el Mundial España 92: “Pretendo ver todos los juegos y beber mucha cerveza. El PT (Partido de los Trabajadores) no tendrá programa en los días que juega la selección porque a nosotros nos gusta el fútbol. Al contrario de lo que se piensa, el fútbol no aliena. El pueblo ya sabe que el título mundial no llena la barriga”. Nos gusta el fútbol, como dice Lula, pero queremos otro Mundial.