Por un lado, el importante crecimiento en las importaciones de parte de China durante el presente año, primero de Brasil y recientemente desde EEUU, motivados por la necesidad de incrementar sus stocks para evitar interrupciones de provisión por problemas logísticos relacionados a la pandemia, y también para cumplir con las compras mínimas fijadas en el Acuerdo Fase 1 firmado con EEUU a principios de año. También hay un incremento en el consumo, debido a la rápida recomposición de su stock de cerdos, luego de haber sacrificado alrededor del 50% del mismo a causa de un brote masivo de fiebre porcina africana en el 2018 y se estima que los niveles de producción de carne porcina se recuperarían totalmente en el 2022. A corto plazo, las importaciones de China estarán relacionadas al cumplimiento de las compras mínimas incluidas en su acuerdo con EEUU y a mediano plazo, al efecto en el consumo de proteína animal del continuo proceso de urbanización y al crecimiento del ingreso per cápita de la población.
Otro factor importante, es la depreciación del dólar frente a las principales monedas internacionales. El fuerte aumento de la deuda pública de los EEUU por efecto de las políticas para enfrentar la pandemia y la decisión de la Reserva Federal de que en adelante su meta de inflación será del 2% en promedio y que toleraría períodos transitorios de mayor inflación, está provocando un rebalanceo de monedas y de clases de activos por parte de los inversionistas en sus carteras de inversión, con una menor ponderación del dólar y una mayor consideración por los commodities como mecanismo de cobertura. Estos cambios produjeron una depreciación del dólar frente al Euro y el Yuan chino en los últimos meses, y dieron un impulso a la demanda especulativa de materias primas. Además, como los precios de los commodities están fijados en dólares y, tanto China como Europa son importantes compradores, una depreciación del dólar se replica en un aumento del precio de las materias primas en general. Esto explica el impulso generalizado en los precios de commodities observados recientemente. Considerando el rol de moneda internacional dominante que tiene el dólar, esta debilidad tiene límites y su duración está relacionada al mantenimiento de la política monetaria ultra expansiva de la FED que, según lo indicado por sus autoridades, sería hasta que se restablezcan totalmente las condiciones de empleo en la economía norteamericana. Por lo tanto, el incremento de precios de commodities explicada por este factor, podría permanecer unos 3 o 4 años en adelante.
Por último, está el probable impacto negativo que tendrá en la cosecha el fenómeno climático de la Niña, que se instaló y está afectando el desarrollo normal de los cultivos de soja en el Mercosur y que produciría un desequilibrio transitorio entre oferta y demanda en el primer semestre del 2021. Está por verse aún en cuanto afectará el volumen de producción de la región, pero su efecto en el balance del mercado podría restaurarse con una buena zafra del hemisferio norte en el segundo semestre del próximo año.
En resumen, hay factores transitorios y permanentes combinados en el incremento del precio de la soja observado en los últimos meses. De estos, los que podrían permanecer más tiempo serían la debilidad del dólar y la recuperación de la producción de carne porcina en China, que podrían sostener un precio de soja por encima del promedio de los últimos años, pero probablemente en menores niveles que la cotización actual, que refleja también factores transitorios. Los precios futuros negociados para finales del 2021 en adelante indican una tendencia de reversión. Por lo tanto, lo prudente sería no tomar decisiones ni compromisos de largo plazo en base a los precios actuales de la soja.