PUERTO CASADO
La cultura ayorea ha generado un legado importante para las nuevas generaciones de indígenas totobiegosodes con sus prácticas artesanales. Ellos han heredado el pamoi, un cinturón o faja que se elabora del karaguata (planta herbácea) extraído del monte chaqueño.
El legado de este pueblo que ha permanecido por mucho tiempo en aislamiento voluntario es muy apreciado por quienes lo han podido conocer y hasta corre el riesgo de ser arrebatado por la ferviente comercialización de productos innovadores en el mercado internacional.
El objeto no solo es una mera artesanía, sino tiene un valor terapéutico que solo los nativos conocen a profundidad. Cuando la persona se sienta en el suelo y se ajusta la faja rodeando el cuerpo con la rodilla doblada a la altura del tórax, lo hace para relajar el cuerpo y evitar el cansancio.
Lo que poco se aprecia en nuestro país al marginar la cultura indígena, “incluso desde el propio Gobierno que no otorga el valor necesario a la creación de los pueblos originarios” y esta acaba por ser aprovechada por foráneos que hasta la comercializan como un invento terapéutico, refieren los originarios.
Recientemente, el profesor Taguide Picanerai se percató de un hecho muy lamentable para los ayoreos. En redes sociales descubrió que se le puso otro nombre en inglés y se ofrece como un invento innovador, algo que originalmente pertenece a la cultura indígena del Chaco.
Esto preocupó al grupo de totobiegosodes que viven en las comunidades de Chaidi y Aoconjadi; este último logró recientemente, después de casi 20 años, la titulación de sus tierras ubicadas en el distrito de Puerto Casado, Departamento de Alto Paraguay. Antes vivían en aislamiento voluntario. Los nativos piensan defender lo suyo y no descartan tomar acciones legales para que se respete la cultura ancestral plasmada en una faja elaborada por ellos, dice Taguide.
El arrebato pone en riesgo no solo las tradiciones indígenas de un solo pueblo, sino de varias etnias, ya que cada una de ellas posee sus respectivos conocimientos ancestrales, solo que carecen de apoyo para salvaguardar sus intereses para que nadie se apropie de su identidad cultural. Por eso están dispuestos a entablar una demanda legal con ayuda de una organización no gubernamental con la sigla EAMI.
RÉPLICA. El arquitecto chileno Alejandro Aravena fue quien realizó una investigación del pamoi y replicó el diseño, al cual denominó Chairless y lo define como un asiento para el nómada moderno, ese que a veces se sienta en el césped, sea en una playa o un concierto, para eso es el curioso aparato, además de tener efectos terapéuticos sobre los huesos.
El extranjero, al poner en circulación la réplica, mencionó el origen del invento que corresponde a la etnia Ayoreo y, a su vez, levantó reacciones de otros nativos que viven en Bolivia, quienes en su momento amenazaron con una demanda internacional por usar otro tipo de nombre al tradicional pamoi, según los indígenas no debería variar de denominación, y que se reconozca su origen.
Se presume que existen firmas europeas que intentan industrializar el objeto de valor cultural y que tendría un alto precio en el mercado; los ayoreos elaboran la faja acorde a su necesidad. Hasta el momento no se ha tenido acuerdos con alguna entidad para explotar algo propio de los nativos.
Características de la faja nativa
El pamoi mide 1 metro de largo y 5 centímetros de ancho, es similar a un cinto. Para su fabricación los ayoreos totobiegosodes buscan el arbusto denominado karaguata en el monte, de eso extraen el hilo para tramar el diseño y se elabora acorde al uso de cada uno, describen desde la etnia. Se puede llevar hasta en el bolsillo, es algo que cualquiera puede elaborar con sus manos, pero el patrimonio pertenece a los indígenas ayoreos.