Las mujeres “tienen una inteligencia y corazón que ama y une (...) poniendo humanidad donde al ser humano le cuesta encontrarse a sí mismo”, dijo el pontífice en una audiencia con los participantes del Congreso Internacional Interuniversitario ‘Mujeres en la Iglesia: artífices de lo humano, que se celebró en vísperas del Día Internacional de la Mujer (8 de marzo).
Una de las mayores discriminaciones que, a juicio del Papa, sufren las mujeres es en cuanto a su formación, que “en muchos contextos es temida”.
“Sin embargo, el camino hacia sociedades mejores pasa justamente por la educación de las niñas”, explicó.

Francisco destacó también que la mujer tiene “una capacidad única de compasión, con su intuición y su tendencia natural a cuidar”.
“Nuestra época está desgarrada por el odio; es un tiempo en el cual la humanidad necesita sentirse amada, pero en cambio, esta se ve frecuentemente marcada por la violencia, por la guerra y las ideologías que ahogan los sentimientos más hermosos del corazón”, sostuvo.
Y es precisamente en este contexto “donde la aportación femenina es más indispensable que nunca: la mujer, en efecto, sabe unir con la ternura”.
El pontífice recordó además que la Iglesia “las necesita” porque “es mujer: es hija, es madre, es esposa”.
También pidió a los asistentes “encontrar caminos adecuados para que la grandeza y el papel de las mujeres sean más valorados en el Pueblo de Dios”.
ABUSOS. Por otra parte, Francisco pidió hacer de la Iglesia “un lugar cada vez más seguro para los menores y los adultos más frágiles” y reconoció que afrontar el desafío que supone “el escándalo de abusos” es “grande y complejo”.
“Frente al escándalo de los abusos y al sufrimiento de las víctimas, podríamos desanimarnos, porque el desafío de reconstruir el tejido de vidas rotas y de curar el dolor es grande y complejo”, dijo en una audiencia con los miembros de la Pontificia Comisión para la Tutela de los menores.
El pontífice les pidió que se concentren “en ayudar a hacer de la Iglesia un lugar cada vez más seguro para los menores y los adultos más frágiles” para que la Iglesia “sea siempre y en todas partes un lugar donde cada uno pueda sentirse en casa y cada persona sea considerada sagrada”.
La cercanía a las víctimas de abusos en el seno de la Iglesia “no es un concepto abstracto: es una realidad muy concreta, hecha de escucha, de intervenciones, de prevención, de ayuda”, explicó.