El papa latinoamericano, que ha estado prácticamente encerrado en el Vaticano desde que comenzó la crisis sanitaria, con algunas breves visitas a iglesias de Roma, celebró primero una misa en la austera cripta de la basílica donde se encuentra el sepulcro de San Francisco de Asís (1182-1226).
Iluminado por una lámpara de aceite, ante una veintena de religiosos, todos con mascarillas quirúrgicas, el papa Francisco firmó luego tres copias de su tercera encíclica, la cual será divulgada el domingo.
Al término de la sobria ceremonia, el Papa argentino agradeció a los traductores del texto, escrito en español y con el título “Fratelli tutti” (Hermanos todos), el cual se mantendrá en italiano en todas las lenguas, sin traducción.
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Dirigida a todos los católicos, el nuevo documento del papa ha suscitado polémicas justamente por su título, una cita de San Francisco, que ha sido tildado de “machista”, al dirigirse solo a los “hermanos” y discriminar a las mujeres.
Antes de llegar a Asís, fuera de programa, el Papa visitó el monasterio de las monjas clarisas, en Spello, y luego la basílica de Santa Clara, para orar en la tumba de la primera discípula de San Francisco, fundadora de la orden y la primera y única mujer en escribir una regla de vida religiosa.
Un gesto que resulta una suerte de respuesta a las críticas al título de la encíclica por parte de un grupo de teólogas que acusaron al Papa de dejar de lado a más de la mitad de los miembros de la Iglesia Católica, es decir, a las mujeres.
Una guía en medio de la pandemia
Hace dos semanas, el director editorial del Vaticano, Andrea Tornielli, consideró en una nota “absurdo” criticar el documento por machista o que pretenda excluir a las mujeres, ya que se trata de una encíclica con un mensaje universal, “que habla verdaderamente al corazón de todas las personas”, escribió.
Tornielli explicó que la frase del título se encuentra en las Admoniciones de San Francisco y que por ello “el Papa obviamente no lo ha cambiado”.
La tercera encíclica del Papa argentino es el fruto de una profunda reflexión tras la grave emergencia sanitaria que azota al planeta por el coronavirus.
“De esta crisis no podremos salir iguales que antes. En nuestras manos está salir mejores o peores”, reconoció el Papa que al parecer elaboró buena parte de la encíclica, la tercera de su pontificado, durante el largo confinamiento.
La pandemia nos ha mostrado “la gran desigualdad que reina en el mundo: la desigualdad de oportunidades, de bienes, de acceso a la salud y a la tecnología”, lamentó la semana pasada en un discurso enviado a las Naciones Unidas.
Francisco, cuyo último viaje se remonta al 23 de febrero para visitar Bari, una ciudad portuaria del sur de Italia, donde asistió a un encuentro internacional de obispos del Mediterráneo, ha tenido que abandonar el contacto con las multitudes que tanto aprecia.
Pasará a la historia la imagen dramática del pasado Viernes Santo, cuando el jefe de la Iglesia Católica rezó solo ante la inmensa explanada de la plaza de San Pedro por el fin de la guerra contra un enemigo invisible.
Durante el rito sin precedentes, en el que concedió la indulgencia plena al mundo entero, el Papa llamó a “remar juntos”.
“Estamos todos en la misma barca y estamos llamados a remar juntos”, dijo al invitar “a activar la solidaridad, capaz de dar sentido en estas horas en las que todo parece naufragar”, enfatizó.
La misma solidaridad que pidió al retomar en setiembre la tradicional audiencia de los miércoles con fieles, pero esta vez en un patio cerrado dentro del Vaticano con capacidad solo para 500 personas.
El nuevo documento papal, que por primera vez se firma fuera de las murallas del Vaticano, deberá servir de guía espiritual para los católicos ante los inéditos momentos que padece la humanidad.
El texto será divulgado oficialmente este domingo, día en que se festeja San Francisco de Asís.