“Las personas migrantes, refugiadas, desplazadas y las víctimas de la trata, se han convertido en emblema de la exclusión porque, además de soportar dificultades por su misma condición, con frecuencia son objeto de juicios negativos, puesto que se las considera responsables de los males sociales”, dijo Francisco en su mensaje por el Día Internacional del Migrante.
Tras denunciar la “globalización de la indiferencia” en las sociedades económicamente más avanzadas, el papa advirtió que la actitud hacia esas personas “constituye una señal de alarma, que nos advierte de la decadencia moral a la que nos enfrentamos si seguimos dando espacio a la cultura del descarte”.
“Al mostrar interés por ellos, nos interesamos también por nosotros, por todos; que cuidando de ellos, todos crecemos; que escuchándolos, también damos voz a esa parte de nosotros que quizás mantenemos escondida porque hoy no está bien vista”, subrayó.
Aseguró que el temor a estas personas desconocidas “es legítimo, también porque falta preparación para este encuentro”, pero dijo: “el problema no es el hecho de tener dudas y sentir miedo. El problema es cuando esas dudas y esos miedos condicionan nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso racistas”.
Para el pontífice, “no se trata sólo de migrantes: se trata de no excluir a nadie. El mundo actual es cada día más elitista y cruel con los excluidos”.
Y añadió: “los países en vías de desarrollo siguen agotando sus mejores recursos naturales y humanos en beneficio de unos pocos mercados privilegiados. Las guerras afectan sólo a algunas regiones del mundo; sin embargo, la fabricación de armas y su venta se lleva a cabo en otras regiones, que luego no quieren hacerse cargo de los refugiados que dichos conflictos generan”.
“No se trata sólo de migrantes: se trata de poner a los últimos en primer lugar. Jesucristo nos pide que no cedamos a la lógica del mundo, que justifica el abusar de los demás para lograr nuestro beneficio personal o el de nuestro grupo: ¡primero yo y luego los demás! En cambio, el verdadero lema del cristiano es "¡primero los últimos!”, señaló Francisco.
Dijo que la respuesta al desafío planteado por las migraciones contemporáneas se puede resumir en cuatro verbos: “acoger, proteger, promover e integrar”.
“Si ponemos en práctica estos verbos, contribuimos a edificar la ciudad de Dios y del hombre, promovemos el desarrollo humano integral de todas las personas y también ayudamos a la comunidad mundial a acercarse a los objetivos de desarrollo sostenible que ha establecido y que, de lo contrario, serán difíciles de alcanzar”, afirmó.
Para Francisco, “no solamente está en juego la causa de los migrantes, no se trata sólo de ellos, sino de todos nosotros, del presente y del futuro de la familia”.