El Papa celebró esta misa del Sábado Santo como todos los ritos de la Semana Santa de manera sobria en la Catedral de San Pedro, situada en el ábside de la Basílica, ante pocas personas que guardaban la distancia de seguridad en los bancos. Las medidas para evitar los contagios también trastornaron los ritos de esta ceremonia.
En total silencio y a oscuras para representar la ausencia de luz tras la muerte de Jesucristo, el Papa y los pocos concelebrantes llegaron en procesión hacia el ábside de la Basílica, y después, todo se iluminó. Tras el canto del Gloria sonaron las campanas en la desierta Plaza de San Pedro que anunciaban que Jesús resucitó. En su homilía, el Pontífice comenzó recordando el episodio de las mujeres que acudieron a ver el sepulcro donde se enterró a Jesús y lo comparó con la situación de nuestros días.
“Este año percibimos más que nunca el Sábado Santo, el día del gran silencio. Nos vemos reflejados en los sentimientos de las mujeres durante aquel día. Como nosotros, tenían en los ojos el drama del sufrimiento, de una tragedia inesperada que se les vino encima demasiado rápido”, recordó Francisco.
El Papa afirmó que como las mujeres que acudieron a ver el sepulcro también para nosotros es ahora “la hora más oscura”. “No teman, no tengan miedo”, dijo Francisco usando las palabras de Jesús y explicando que son “el anuncio de la esperanza”. Señaló que en esta celebración pascual, donde católicos esperan la Resurrección de Jesús, se conquista “un derecho fundamental, que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza; es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios”.
En esta celebración pascual se conquista un derecho fundamental que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza; es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios.