27 ene. 2025

Papelón

Lo que todos presumimos: Pasó. El presidente paraguayo intentó forzar su entrada entre los invitados a la asunción de Trump en Washington, pero no pudo. El canciller explicó que no fue al Capitolio “para preservar la investidura” y el comunicado oficial fue que cambiaron el lugar por el frío polar y que no hubo espacio para nuestro mandatario. El papelón tamaño presidencial fue tan grande que un cartista vicepresidente del Senado pidió que rodaran cabezas como si los de abajo tuvieran algo de responsabilidad sobre una decisión tomada por el de arriba.

El propio Peña puede acabar aduciendo que, en realidad, nunca quiso irse, pero que la orden del quincho lo obligó a un periplo insultante a nuestra República. A la vuelta, solo le quedó explicar a su ministro Villate que no se tocó el asunto de las sanciones de Cartes en la visita y que se vea él con sus abogados con el problema. Fue una especie de pucherito de enojado por lo bajo para tratar de conciliar la pichadura y la humillación una vez más del presidente subrogado.

Las cosas con los norteamericanos no son fáciles en estos temas. Creemos tontamente que por afinidades circunstanciales o crematísticas con los senadores Scott y Rubio la entrada sería facilitada. El primero proveyó la entrada que no aseguraba para nada ninguna cercanía con los demás invitados de Trump. Las entradas se pagan, como casi todo lo que toca la política allá y aquí.

Cuando uno quiere reclamar la inversión que hizo con la invitación y no pudo entrar te dicen: Guardalo como recuerdo! Es lo que hizo Peña. Forzado por las circunstancias sacó un comunicado lamentable e insultante a su condición de presidente de una República. Tuvo que tragarse el sapo sin moversele un músculo y con el rabo entre las piernas emprender la retirada. Los senadores Scott y Rubio son de paso quienes votaron para que la carne paraguaya no ingrese nunca más al mercado de los EEUU. A ambos les agradeció el papelón al que se sometió y ridiculizó al Paraguay.

La gran lección en su viaje número 38 es que no debe ir a lugares donde su investidura se degrade y peor: No esté invitado por el anfitrión. El bailongo hispano del sábado 18 ya fue un anticipo. La estrella aplaudida fue Milei, mientras el nuestro sin que nadie lo rodeara ni por afecto miraba en lontananza su absoluta soledad. Subió al estrado para ganarse algo de cariño recordando que era algo argentino por el lado de su madre.

Demasiado humillante para la presidencia de una República. Frente a Trump, sencillamente no existió. Ni una sola mención por supuesto. Solo el argentino y la italiana por afinidades ideológicas. Incluso el convidado Bukele no fue por los costos que suponía estar cerca de quien deportaría por miles a salvadoreños de vuelta a su país. Quedar pegado con quien lo manda no es para nada favorable a nivel interno. Eso de creer que porque un presidente va arrastrado a un acto al que no fue invitado despertará la compasión de los americanos para levantar las sanciones al presidente de facto es una ingenuidad rayana en la torpeza.

Esas cosas no se resuelven así ni ahí. Quedan mal los humillados en actos de este tipo y con la información que poseen de los nuestros esos lobbies no alcanzan para conseguir el resultado y, por eso, la reacción del cercano Villate.

El papelón ya está hecho al punto que el senador Leite apuntó: “Ya entró niko el gol, vamos a otra cosa” . En realidad ha sido un gol en contra de nuestro esmirriado país. Al que debiéramos proteger, cuidar y ensalzarlo. Eso es dignidad y nos llena de orgullo. Pero para lograrlo hay que tener carácter, fortaleza y autonomía. Sin eso, los papelones seguirán siendo acciones cotidianas como la entrega de termos con millones de guaraníes a seccionaleros colorados en la residencia presidencial que el mandatario dice no saber lo que los mismos recipientes lo confirman. Demasiados papelones para un mandato de casi año y medio. Amerita rápidamente un nuevo viaje al exterior.

Más contenido de esta sección