Los que fueron inspirados como este en la frase: “Quien conoce comprende y quien comprende se siente responsable”. Expresión que fue y es- la razón precisa y perfecta por la que evocamos la historia, “nuestra historia”. Porque si “desconocido su conocimiento”, estarán igualmente fuera de nuestra comprensión, los motivos de lo que cotidianamente y desde hace mucho tiempo nos afecta o duele. Para que nos sumerjamos, como lo hacemos, “en el simple discurrir de las cosas”.
Absortos en un estado de contemplación irresponsable como el que nos ha deparado el ambiente social de hoy... en la ciudad que padecemos.
Es imprescindible una atenta mirada al fenómeno. Deberíamos empezar analizando el papel de las autoridades de gobierno.
Las que fueron electas para dar solución a los problemas de la gente y atenuar los conflictos de la convivencia urbana. Para el efecto, una recomendación precisa y útil debería ser: Dejar de hacer lo que estamos haciendo mal. Para, seguidamente, corregir los errores ya cometidos (que son muchos), tras lo cual encarar lo estrictamente indispensable y correcto para “que estemos mejor”. Es decir, para proveernos de servicios esenciales y de calidad; ordenando la circulación en las calles, tanto de personas como de vehículos (en esa escala de prioridades); bajo la premisa de que cualquier acción de gobierno se legitima con los aciertos de la buena gestión.
En hacer lo indispensable y útil. Porque la distensión de los ciudadanos en el cumplimiento de las normas, incluyendo la reticencia para el pago de los impuestos, suele ampararse simplemente en la necesidad de que las autoridades “cumplan su parte”.
En lo fundamental, de forma urgente y con el mínimo número de funcionarios, durante las 24 horas del día, todos los días, meses y años del mandato concedido. ¿Ha sido así en los últimos tiempos? ¿Es lo que sucede actualmente? Categóricamente, ¡NO!
La misión no es difícil, y la tienen con distintas complejidades los intendentes y alcaldes de TODAS las ciudades del mundo. Solo hay que contar con los conocimientos suficientes, un gran sentido de responsabilidad, ascendrado patriotismo, honestidad y coraje. Obligaciones que también son indispensables para cualquier tarea de la función pública si es que nos guía el interés de que TODOS los ciudadanos “estén bien”. Como debe ser. Objetivo principal y prioritario, aún antes que la atención al sector partidario afín, fuente y causa de todos los desatinos incurridos desde décadas atrás.
Sabemos que el favor de la ciudadanía es volátil y siempre pendiente de resultados positivos inmediatos; y, que en contrapartida, el fervor correligionario suele ser constante mientras que las prebendas correspondientes lleguen a sus destinatarios. Pero solo los éxitos a obtenerse en beneficio de todos podrían insuflar los ánimos y la determinación necesarios para encarar con éxito la siguiente e imprescindible batalla. La más dura de todas, que consistirá en desmantelar la tutela partidaria de todo lo que ha bastardeado nuestra democracia.
Es para esta lucha que debemos volver la vista hacia lo que “no sabemos”; y que después de “saber” nos permitirá comprender que tenemos junto a la tarea de honrar el pasado, la responsabilidad de obtener resultados mejores que los de los últimos años y los actuales. Porque si persistimos en el desconocimiento –u olvido– de lo que fuimos; seguiremos prescindentes de lo que nos sucede para que todo siga como ahora.
En manos de quienes parecen saber menos que nadie, pero que están dispuestos a aprovecharse de nuestras “distracciones”, con una absoluta falta de escrúpulos. Y porque cuando ignoramos lo que fuimos, tampoco asumiremos con claridad nuestras responsabilidades presentes, terminando por llenar los resquicios de la ignorancia con cualquier sucedáneo que nos ayude a “vivir el momento”.
O, para distraernos –vehementes e intolerantes– discutiendo sobre algún detalle mal aprendido del pasado.
Mientras tanto, el estado crítico de nuestros espacios, el tránsito caótico, el derrumbe de nuestras reliquias históricas, el menosprecio al patrimonio cultural y sobre todo, la indiferencia general –especialmente la oficial– sobre la “tugurización urbana” (así se llama al fenómeno), producen la falta de responsabilidad social y colectiva de nuestros conciudadanos.
Concretando el descenso de nuestro sentido de pertenencia y autoestima hasta niveles tan bajos … que solo el recuerdo y el reconocimiento de lo que fuimos, podría lograrnos el milagro de la resurrección.