La inseguridad tiene un sostenido aumento en las zonas urbanas y suburbanas, y en su mayoría son asaltos perpetrados por motochorros. Violentos atracos contra negocios y comercios, así como los cometidos en los barrios, eligiendo como principal víctimas a mujeres.
Para la Policía Nacional, los casos son casi imposibles de esclarecer, por lo difícil que se torna identificar a los autores, quienes se mantienen en el anonimato cubiertos por los cascos de seguridad, además de los tapabocas de uso por la pandemia. De esa manera, las autoridades del orden público se abocan en la investigación de los casos dependiendo de su gravedad.
Es por ello, que las víctimas deciden no formalizar sus denuncias en la mayoría de los casos y existen dos principales razones: Uno, no confían que la Policía investigue y trate de aclarar sus casos. Dos, el trato indiferente o el poco interés que reciben al acercarse a una comisaría, ya que las denuncias son casos tomadas tanto por la Fiscalía como por la Policía como robos “bagatelarios”.
Está situación doble victimiza a la afectada, ya que el robo es tratado como caso menor, pero el estado de shock, el daño físico y mental por el susto ocasionado es incalculable.
Desde ÚH realizamos una serie de notas entorno al problema que ocasiona la inseguridad en la sociedad, abarcando desde varios puntos y aristas, como entrevistas a víctimas, abogados, autoridades públicas y estudiosos en la materia, además de los diferentes tipos de delitos, las leyes que nos protege y las estrategias para obtener una mayor seguridad ciudadana.
Testimonio
María es una joven universitaria de 23 años, víctima de un motochorro en el barrio Obrero de Asunción. La joven fue arrastrada por unos metros sobre el asfalto mientras era estirada por su agresor, quien intentaba despojarla de su bolso. La mujer cuenta que no puso resistencia, pero en un acto de susto se aferró al bolso. Sufrió varias lesiones, pero lo peor vino los días posteriores a su asalto.
La joven estudiante ya no quería salir de su casa. “Ni al almacén podía ir, no quería salir y le entraba un miedo al escuchar ruidos de motocicleta, una desesperación, se agitaba todo y encima estando dentro de la casa”, explicó Rosa, mamá de la estudiante.
El asalto contra María se produjo el pasado 18 de abril, alrededor de las 19:00, sobre la calle Décima proyectadas entre Parapití y EEUU, a pocos metros del estadio La Nueva Olla del Club Cerro Porteño.
La joven descendió de un colectivo y a unos 20 metros de su casa, dos motochorros la interceptan y uno de ellos la amenaza con un arma de fuego. La joven queda paralizada del susto, mientras era intimada a que entregue sus pertenencias.
Primeramente, la chica entrega su teléfono celular al ladrón, creyendo que era suficiente. Pero el motochorro también pidió el bolso, iniciando un forcejeo. La víctima afirma que no pudo resistencia, pero no entiende el motivo de porqué no soltaba el bolso. “Ella sabe que no tiene que poner resistencia, siempre decimos en casa, que si nos pasa eso (un asalto) vamos entregar todo lo que tenemos con tal que no nos haga daño. Pero ella inconscientemente no soltó el bolso”, dijo la madre.
Violento
“El tipo comienza a estirar fuerte el bolso, la echa al suelo a ella (María), y la arrastra por la vereda hasta sacarla sobre el asfalto. En una de esa se suelta el bolso, se van los ladrones, se llevan su teléfono y el bolso con sus útiles y algunos documentos y un vecino la asiste a mi hija, porque quedó golpeada”, relata Rosa, quien indica que al día siguiente recién hacen la denuncia.
“No íbamos a denunciar, pero por los documentos de ellas, teníamos que hacer la denuncia. Nos fuimos a la Comisaría (21a Metropolitana) y nos toman la denuncia, pero anotan nomás todo y nos dicen que así nomás luego es, tipo que no le dan tanta importancia al hecho. Anotan en su cuaderno porqué es su trabajo nomás”, afirma Doña Rosa, quien resalta todo el daño real que sufre su hija por la inseguridad.
“Para ellos (la Policía) es un caso más nomás del montón. Todos los días pasan hechos similares. Pero mi hija está sufriendo, igual a muchos días de lo ocurrido. Pasó mal, pasa mal. Tiene consultas con un psicólogo que lo ayuda a superar sus miedos. No quería más salir de la casa, ni a la casa de su hermana puede ir sola”, lamentó la mujer.
“Por suerte ahora está mejorando, pero el daño fue muy grande, mucho más que lo material”, reflexionó Doña Rosa, que pone a discusión sobre los casos de asaltos callejeros que son tomados por la Policía y Fiscalía como bagatelarios, obviando todo el daño que la agresión ocasiona en la víctima.
Cliente fiel
Cristina es una señora de 47 años, funcionaria de una farmacia ubicada sobre la avenida La Victoria del barrio San Pablo de Asunción.
La mujer nos contó que presenció tres de las cuatro veces que fue asalto el local donde trabaja. Todos con el mismo modus operandi y sin respuestas por parte de las autoridades. Afirma que cada vez que ingresa un cliente a la farmacia, le entra un temor de que sean nuevamente asaltantes.
“Ando con sustos, en cualquier momento parece que me van asaltar, miro venir a clientes en motos y me recorre un frío por todo el cuerpo”, relató Cristina, sobre como quedó luego de ser víctima de asaltos.
“El local donde trabajo fue asaltado 4 veces, y yo estuve en tres de ellos. Siempre de la misma forma, llegan sobre una motocicleta, ingresan como cualquier cliente, normal y sacan sus armas y nos piden que nos tiremos al suelo. Al que más le maltratan es al guardia de seguridad. Una vez le rompieron la cabeza con un golpe con el arma. Otra vez nos metieron a todos los funcionarios y una cliente a una oficinita que tenemos atrás”, comentó la mujer, además de resaltar que tiene miedo hasta de su sombra.
“A todos lados donde voy, me voy con miedo, con el Jesús en la boca. Tengo miedo que me asalten en la calle, cuando vengo a mi trabajo, mientras estoy acá trabajando y cuando voy devuelta a mi casa. Veo un motociclista y me paralizó, quiero entrar en cualquier lado y mi preocupación no termina ahí, estoy pensando en mi hija, que no le pase nada y sí le llega a pasar, que no ponga resistencia, que lo material se recupera, pero la vida no”, indicó.