Estos gestos de amabilidad se hicieron virales, demostrando que el espíritu cálido de Paraguay no pasa desapercibido, brindando una excelente oportunidad para reflexionar sobre la historia y la cultura del país.
La Secretaría Nacional de Turismo (Senatur) destacó que Paraguay se lució como un anfitrión excepcional, cautivando a miles de turistas con la calidez de su gente y la calidad de sus servicios en el ámbito hotelero, gastronómico y comercial. Víctor Chamorro, director de Turismo de Reuniones de la Senatur, informó que más de 40.000 turistas ingresaron al país durante el evento, consolidando la imagen de Paraguay como un destino acogedor y vibrante.
La hospitalidad del paraguayo no es un rasgo nuevo, sino que ha sido comentado y elogiado por numerosos extranjeros a lo largo de la historia. Uno de los primeros en mencionarlo fue John Parish Robertson, quien escribió sobre su entrada a Paraguay en su libro Cartas sobre el Paraguay.
Estuvo en Paraguay durante varios años entre 1814 y 1819. Recordó su paso por la casa de un soldado que combatió a los ingleses en Montevideo: “Dimos cordial y grato adiós a nuestro huésped ejemplar. No habíamos nunca conocido al hombre; él no sabía de mí, sino que pertenecía a la nación hostil que pocos años antes había invadido su país, y, sin embargo, me albergó con mi séquito, sometido a los principios de la hospitalidad a mano abierta... Me sucedió lo mismo en todo el país”.
Johann Rengger, médico suizo que también visitó Paraguay, permaneció en Paraguay entre 1819 y 1825, y escribió: “El dictador, por su parte, admitiendo en el Paraguay a uno de sus más acérrimos enemigos y asegurándole una decente existencia, quería, como él mismo lo ha dicho, respetar los derechos de la hospitalidad, que tanto veneran los habitantes de aquel país”.
Además, resaltó: “En cuanto a los habitantes del Paraguay, tanto criollos como españoles, tenemos motivos para alabar generosamente sus procederes, y toda la vida conservaremos un recuerdo reconocido de la hospitalidad con que nos acogieron”.
El embajador estadounidense Charles Washburn, quien vivió en Paraguay entre 1861 y 1868, escribió: “En estas antiguas tradiciones, esta tierra era siempre pintada como de una fertilidad y belleza sobrenatural, y sus habitantes sobresalían por el cariño y la hospitalidad con que recibían al cansado viajero o al fatigado militar, de una manera tan sencilla y cariñosa que muy pronto olvidaban sus hogares y amigos lejanos”.
Más adelante comentó sobre su experiencia: “Nos trataron muy bien, sin embargo, me gusta más la hospitalidad paraguaya, me parece más generosa y expansiva que la de cualquier otra nacionalidad”.
Julián Mellet, diplomático francés, también destacó la hospitalidad paraguaya. Visitó Paraguay en 1820 y destacó: “Los habitantes son muy afables; aman y respetan a los extranjeros de tal manera que encuentran un verdadero placer en darles hospitalidad. Las mujeres generalmente se inclinan hacia los europeos”.
El médico y naturalista francés Alfred Demersay, quien llegó a Paraguay en 1845, también dejó testimonio de la hospitalidad que encontró: “El extranjero que desembarca en Asunción es acogido cordialmente en todas las familias. Que esta hospitalidad, un poco banal, no sea del todo desinteresada; que se mezcle en ella, por parte de las jovencitas, alguna esperanza de encontrar un marido que ponga fin a su existencia monótona obteniendo del presidente el permiso (siempre rehusado) de conducirlas a Europa; que en el fondo de esos testimonios de buena voluntad prodigados sin demasiado discernimiento hay, allá como aquí, un poco de coquetería y de amor propio, es lo que nuestro deber de historiador imparcial nos obligaría a decir si el recuerdo aún presente de la hospitalidad que hemos recibido por todas partes y siempre, no nos hiciese lamentar la sinceridad de semejante confesión”. Aunque el autor resalta la amabilidad de los paraguayos hacia los extranjeros, también identifica motivaciones más personales y ambiciones que subyacen en esta actitud.
John Robertson identificó el origen de la hospitalidad del paraguayo al decir: “En Sudamérica, lo mismo que en España, se conservan ciertas formas anticuadas de etiqueta... tales ceremonias se traducen una hospitalidad auténtica y mucha bondad de corazón”. Esta hospitalidad es un rasgo heredado de la madre patria, España, que se mantiene arraigado en el carácter de la gente de Paraguay, quienes siempre han demostrado una calidez genuina hacia los visitantes.
Rengger había dicho: “Sin embargo, me temo que con la civilización que progresa cambien pronto sus costumbres sencillas por otras más artificiales y, en su mayoría, peores”. Afortunadamente, estas predicciones no se cumplieron, y la hospitalidad sigue siendo una cualidad inherente de la sociedad paraguaya, que deja una huella imborrable en el corazón de quienes tienen la oportunidad de conocer y compartir con este pueblo amable y generoso.