14 sept. 2024

Paraguay envejece. El desafío de la esperanza

El mundo envejece y Paraguay también. Según datos finales del Instituto Nacional de Estadística (INE), la tasa de natalidad en nuestro país va cayendo de manera continua desde hace varios años. En 2022 la tasa fue del 20,33%, mientras que en el 2021, estaba en el 20,63%, y 10 años antes, la cifra llegaba al 22,07%.

Claramente, nos encontramos ante un proceso de desaceleración, principalmente, en la última década, vinculada a la reducción de nacimientos. En este marco, especialistas señalan que se acorta el periodo para aprovechar el bono demográfico del que por el momento disponemos, y que hace referencia a la población con potencial productivo y alta capacidad de trabajo, los jóvenes y adultos.

Se trata de un problema grave a nivel mundial. EEUU, y países de Europa, como Italia y España, están llegando a niveles alarmantes; tanto que ya no se habla de invierno demográfico sino de un “congelamiento”. Incluso naciones con densidad poblacional importante, como China, Japón y Taiwán están enfrentando el mismo fenómeno: Cada vez hay menos nacimientos.

Según un artículo que publica el portal español Ethic.COM, en Europa el panorama es desalentador. El informe recuerda que la tasa de fecundidad debería situarse en torno a los 2,1 hijos por mujer como promedio para garantizar el reemplazo de la población en el largo plazo. Sin embargo, la cifra se encuentra muy por debajo desde hace varias décadas, llegando incluso a 1,4 hijos en España, una de las más bajas del continente.

En Japón, el gobierno reforzó las leyes contra la discriminación de las mujeres en el trabajo, y lanzó proyectos orientados a facilitar el empleo femenino y conciliarlo con la maternidad. Como plan a largo plazo –señala el diario El País– las compañías invierten en desarrollo de robótica, buscando capacidad para suplir la mano de obra humana.

La crisis demográfica tiene fuertes impactos a nivel económico en los países y puede llevar a crisis en los sistemas jubilatorios y de producción. Investigaciones señalan que el fenómeno es resultado de una serie de factores, desde lo económico, pasando por lo cultural (se prioriza el desarrollo profesional y el éxito económico) hasta llegar a cuestiones más profundas, como el miedo y las inseguridades frente al futuro.

Y este último punto es clave para el desarrollo de un país. Si una población teme arriesgar o carece de esperanzas frente a los desafíos de determinadas decisiones, tiene un punto de fragilidad que debe mirarse con atención para buscar soluciones. Como lo recordaba el papa Francisco en la tercera edición de los “Estados Generales de la Natalidad”, celebrado en Roma, el nacimiento de los hijos es siempre un indicador para medir la esperanza de un pueblo.

Por ello, urge trabajar con las jóvenes generaciones que crecen muchas veces en medio de la incertidumbre y a veces con la desilusión y el miedo.

Además, es necesario fortalecer las políticas públicas efectivas que apoyen a las familias, a las mujeres embarazadas; que prevea y garantice sistemas de educación y salud de calidad para los niños; sistemas que acompañen la formación de los padres de familia y les entregue las herramientas educativas adecuadas para responder a las demandas de afecto, compresión y seguridad que requieren los hijos.

Hay que entender que la sociedad de consumo transformó a los hijos en una carga, distorsionando su verdadero valor.

Fundar una familia es un reto enorme para quienes están llamados a ello y tienen condiciones. Es un proyecto que hay que emprenderlo con ayuda de otros, y que implica responsabilidad, creatividad y sacrificios, pero que –sin dudas– conlleva alegrías inigualables y, sobre todo, la posibilidad de esa entrega incómoda pero enriquecedora, que realiza y construye la persona.

Un reto que vale la pena volver a plantear y de paso, aprender a mirar el futuro con algo de esperanza.

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