La jornada electoral del domingo, que sin duda puede calificarse de histórica, transcurrió apenas con algunos incidentes. Los presidenciables Santiago Peña y Efraín Alegre lograron imponerse cada uno en sus respectivas internas partidarias con amplia diferencia sobre sus contrincantes. En la Asociación Nacional Republicana (ANR) ganó el cartismo, mientras que en el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y la Concertación Por un Nuevo Paraguay triunfó el efrainismo. Santiago Peña y Pedro Alliana se enfrentarán a la dupla Efraín Alegre y Soledad Núñez, en las elecciones generales del 30 de abril de 2023, para decidir quién gobernará en el periodo 2023-2028.
Las primarias simultáneas de los centenarios partidos convocaron un desigual nivel de participación. Los colorados lograron casi un 50% de participación, mientras que la Concertación Por un Nuevo Paraguay superó apenas el 12%. En el PLRA para los cargos electivos de gobernador, senadores, diputados y concejalías departamentales fue del 28,8%.
En cuanto a los incidentes que, sin lugar a dudas estuvieron a la orden del día, según una evaluación del Centro de Monitoreo de Denuncias del Ministerio Público, se reportaron un total de 101, los cuales no afectaron la jornada electoral.
La democracia en el Paraguay es sólida, aunque todavía se deban superar vicios antiguos y difíciles de resolver: el principal de ellos es el prebendarismo. Esta característica es más visible en el Partido Colorado, que lleva más de 70 años en el poder, y el pasado domingo volvió a mostrar el poderío de su aparato.

La interna entre los colorados estuvo fuertemente marcada por los ataques entre ambos sectores, además de las calificaciones del Gobierno de los Estados Unidos a candidatos de ambos sectores. Al final de la jornada, sin embargo, los discursos prometían el una vez más el también ya tradicional abrazo republicano.
La democracia paraguaya pasó un importante examen con las internas de los partidos políticos, pero no se puede dejar de señalar que sigue cargando una pesada deuda. Los paraguayos pueden votar libremente, pero todavía les falta aprender a elegir.
En 1989, en el último año de la dictadura de Alfredo Stroessner, exactamente 9 meses después de la histórica visita del papa Juan Pablo II a Paraguay, se produjo el golpe de Estado que derrocó al dictador que gobernó el Paraguay por más de tres décadas, fue entonces cuando monseñor Ismael Rolón, arzobispo de Asunción, reclamó el cambio y lo hizo con una frase que hasta hoy no ha perdido actualidad, dijo que se necesitaban hombres nuevos para el país, para reemplazar a los “hombres escombros”.
Particularmente tras las internas, cuando se pueden ver los nombres que conforman las listas, más que nunca se debe trabajar más arduamente para desterrar a los escombros de la política paraguaya. En las listas de diputados y senadores de las grandes fuerzas políticas se ven los nombres de viejos conocidos, muchos de ellos cuestionados y otros investigados por el Ministerio Público e incluso sentenciados. Los liberales han vuelto a votar por Carlos Portillo, ex diputado expulsado de la Cámara Baja, y quien todavía debe afrontar juicio oral por tráfico de influencias; y los colorados lo hicieron, entre otros, por Horacio Cartes, designado “significativamente corrupto” por la embajada de los Estados Unidos.
A nuestra joven democracia le falta mucho y una de sus principales deudas es contar con una ciudadanía activa que esté dispuesta a hacer la diferencia y deje de elegir hombres escombros que hacen muy poco por el bienestar de la gente.