31 ene. 2025

Peajes

Un presidente de reciente paso casi acabó su mandato cuando nos acusó a todos que somos: Pillos y peajeros con el Brasil en el tema de Itaipú.

Su insolencia lo puso de rodillas ante su adversario político que evitó su juicio político a cambio de capitular cuestiones centrales de la democracia. Abdo sabe muy bien el impacto de la palabra peaje.

Ahora se nos apareció la figura de una pilla ministra de Obras Públicas que ante el reclamo de la intendenta de Nueva Colombia por el incremento del doble del peaje no tuvo mejor idea que sugerirles que suban los precios de la chipa para enjuagar el aumento.

Horas antes, su colega el ministro de Industria condenó el hecho de tener el salario mínimo y no ser como Suiza, Suecia o Noruega que no lo tienen y que el pago se negocia entre oferta y demanda. Dos grandes metidas de plata que tuvieron que ser arregladas por los mismos miembros de un Gabinete que luce descoordinado y sin capacidad de escuchar los reclamos de la gente.

La cuestión se ha puesto tan grave que el presidente de facto desde el Quincho ante los reclamos les dice que vayan y hablen con el que tiene la lapicera prestada. Pero este ve cualquier oportunidad para rajarse del país y no asumir lo que por mandato constitucional le tiene asignado como misión y tarea.

Un presidente es un administrador de problemas y nuestro mandatario se manda a mudar por cualquier bailongo hispano en vísperas de la asunción de Trump y próximamente a Suiza para asuntos futbolísticos. El calor aprieta por estos lares, la sequía les recuerda a los sojeros que el cambio climático no es un invento delirante y ya comienzan a llorar una cosecha que se viene mala. Abogan por los riesgos del negocio a no pagar impuestos y el encargado de la tributación afirma que no se puede pagar más tributos, mientras el Estado no cumpla con la educación, la salud y la seguridad. Albricias. Se han dado cuenta de una parte del problema. No abordan aún el robo de mil millones de dólares anuales del presupuesto en las licitaciones de bienes y servicios.

No quieren cortarse la propia carne y, por eso, han promulgado la más irrelevante y anodina ley del funcionariado público que no incluye a los del Poder Legislativo y Judicial que a tenor de esta ley no tienen ese estatus. Nada cambiará ciertamente y creen que los del Banco Mundial y FMI que le vienen diciendo que reformen el Estado se comerán este cuento. Seguimos pagando duramente los costos de la corrupción y la escasa voluntad de cambiar aquello que no da más. Solo como referencia, las casillas de peaje que usted puede ver a lo largo de nuestras rutas tuvieron un costo superior a dos millones de dólares. Si, 6 casetas, una oficina y una perforación con tanque de agua nos costó esa friolera suma. Le dije a un ingeniero paraguayo educado en los EEUU si cuánto sale eso en realidad y me dijo nunca más de 200.000 dólares. Bueno, por esa alcantarilla van los dos mil millones de dólares que perdemos anualmente del dinero que proveemos al Estado para que administre en nuestro nombre.

Los pillos y peajeros siguen frotándose las manos con una alegría notable.

El sistema perfectamente diseñado por ellos y para ellos nos cobra un peaje enorme en educación, salud y seguridad. Los pagamos todos los días cuando nos enfermamos o cuando nos comparan con Noruega y Suecia cuya inversión en capital humano es miles de veces superior al nuestro y por eso tienen sindicatos fuertes que negocian salarios e incluso están sentados en el directorio de las empresas y no requieren de salario mínimo ni incremento de precios en las chipas.

El mayor peaje que pagamos es la insolencia de nuestras autoridades que conociendo el nivel de educación de la mayoría la explota, engaña y con nuestros recursos viven paseándose sin que se les demande nada. Pillos y peajeros de verdad. Ellos, ¡claro!

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