El nuevo gobierno asumió con todas las ventajas políticas para la gobernabilidad y para lograr que las acciones y proyectos fluyan sin resistencia. Cuenta con mayoría en todo el territorio, no solo en el Congreso, también en las gobernaciones e intendencias, y con el poder para disponer de recursos.
Hoy Santiago Peña cumple tres meses de gestión y a pesar de todas las condiciones de privilegio con las que tomó la presidencia, no se salvó de las crisis, que fueron generadas por su mismo sector. Tampoco se dieron los cambios significativos que prometió dentro de sus primeros 100 días.
Promesas. Peña, un presidente desarrollista, centró sus promesas de gobierno en acciones para el bienestar inmediato. Entre los proyectos más destacados para los cinco años están el programa de viviendas para la clase media, para lo que anunció 500.000 soluciones habitacionales; la creación de 500.000 empleos; la reducción de precios del combustible y el fortalecimiento del Grupo Lince.
En lo referente al combustible, la reducción del precio duró solo unos días. Los emblemas privados volvieron a aumentar sus costos y Petropar aguantó hasta octubre.
En tanto que las promesas de seguridad, que en su campaña denominó “Chau Chespi”, no tuvieron notoriedad hasta ahora, los asaltos y robos aumentaron en la última semana. Incluso, una de las más fuertes crisis del gobierno tuvo que ver con las bancas criminales que dominan las cárceles. El clan Rotela tomó Tacumbú y casi significó la cabeza del ministro de Justicia Ramón Barchini.
Reculadas. Las crisis políticas fueron las más escandalosas y protagonizaron los tres primeros meses de Peña en el poder. El oficialismo logró después subsanar las grietas que se generaron entre el Ejecutivo y el Legislativo, pero no alcanzaron a ocultarlas. El mismo presidente dijo que fue chantajeado por los parlamentarios en la gestión del presupuesto general.
Esta fue la tensión más grave, que se basó en las concesiones de Peña a los pedidos de aumentos de dieta a los congresistas a cambio de que se apruebe a libro cerrado el proyecto de presupuesto, pero la indignación fue tal que tuvieron que retroceder y rechazar las subas tanto para el Parlamento como para el Ejecutivo.
Otro revés fue la promesa de derogar el convenio con la Unión Europea, que se usó como bandera de campaña, pero se retrocedió.