08 mar. 2025

“Peras al horno”

El ex presidente Horacio Cartes, hoy cabeza institucional del Partido Colorado, celebró los 125 años de la ANR alabando las obras del dictador Stroessner y acusando indirectamente de traidor a Mario Abdo Benítez, el ex mandatario convertido en su principal enemigo político. Una verdadera estampa de la mediocridad de la clase política paraguaya. El partido, que lleva tres cuartos de siglo en el poder, alcanza un nuevo aniversario al frente del Estado con un ojo puesto en las internas republicanas y el otro en el pasado. No hubo una sola línea que permitiera albergar alguna esperanza de cambio en el modelo prebendario del partido ni en ese apego enfermizo a figuras autoritarias del siglo XX.
Puede parecer poca cosa, pero lo que hoy se conoce como la narrativa oficial, el relato, el discurso del poder político tiene fuerza y mucha. Pasaron cinco lustros desde la caída del régimen de Stroessner. La mayoría de la población paraguaya estaba aún en la infancia o ni siquiera había nacido ¿Cuál es el objetivo de presentarles ahora una visión sesgada y mentirosa de aquellos años? ¿Qué se busca cuando se pinta de rosa el pasado, cuantificando logros acumulados a lo largo de 35 años, ¡siete periodos presidenciales!, como si estos se hubieran gestado mágicamente en el reducido tiempo que tiene hoy cualquier administración? ¿Acaso el mensaje es que debemos retornar a regímenes autoritarios?

Asusta que el partido mayoritario del Paraguay no pueda desprenderse de esa fantasía del pasado rosa e intentar cuanto menos dibujar propuestas con los pies en el presente y proyectando al futuro. ¿Tiene la dirigencia colorada alguna idea de cuál es el papel que podrá jugar el Paraguay en este nuevo mundo, cada vez más vertiginoso y cambiante?

¿Hay alguien en esa y en las otras organizaciones políticas del país preguntándose cuál debería ser nuestro rol? ¿Seguiremos siendo solo productores de alimentos? ¿Será suficiente para generar puestos de trabajo de calidad que permitan a la mayoría vivir mejor? ¿Ocupar un cargo público o entrar en el negocio de las drogas seguirá siendo el aspiracional de miles de jóvenes con pobrísima formación y casi nulas expectativas de cambio?

No soy tan ingenuo. No espero que los parásitos que viven del partido, y a través de él del dinero público, generen ideas de cómo mejorar la calidad de vida de quienes no formamos parte de su gavilla. El parásito vive para reproducirse y garantizar que su prole se siga alimentado del hospedero involuntario. No importa que se las den de filósofos o librepensadores, por cómo cuelgan a sus vástagos de la nómina del Estado podremos reconocerlos.

Pero debe haber –quiero creer que es así– en una organización tan grande y de tantos años algún resto de ciencia y decencia como para dibujar un norte posible. Una propuesta, un sueño, alguna utopía tras la cual entusiasmar a sus tropas. Alguna que no sea la de siempre, el grito del abordaje, las hurras y pipus que preceden a la rapiña.

Todavía recuerdo a José Pepe Mujica, recién electo presidente en Uruguay, cuando, dirigiéndose a un público masivo y de izquierda, habló de su sueño de que cada niño uruguayo hablara fluidamente el inglés. La respuesta fue un silencio incómodo. Y el hombre, con una sonrisa socarrona, siguió: “Necesitamos que nuestros niños hablen inglés, no porque sea la lengua del imperio, sino porque ese será el idioma en el que negocien con los chinos”.

Esa es la retórica de la que hablo. Es el discurso capaz de poner en perspectiva a todo un país y hacia adelante. Habrá tenido cientos de alocuciones contaminadas de sus naturales sesgos ideológicos, por supuesto, pero en aquel momento fue el estadista que necesitaban los uruguayos, el político capaz de soltar el lastre de su pasado y dibujar en el imaginario colectivo un país muy diferente, pero posible.

Y sí, ya sé, como dijo otro gran pensador republicano, estoy pidiendo “peras al horno”.

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