Se trata de la escuela Simeón Riveros, ubicada sobre la calle San José en el barrio Isla Aranda, la cual esta pasando por una odisea debido a la inseguridad que se vive en la zona.
Desde la institución mencionan su preocupación latente teniendo en cuenta que hace unos días nada más, un ladrón ingresó al predio de la institución y se alzó con el motor de agua que abastece del vital líquido al centro educativo, donde acuden cerca de 800 alumnos.
“Con los niños no hay tiempo, el motor se llevó el domingo de madrugada y ese día tuvimos que comprar uno nuevo, porque no podemos estar sin agua un día entre semana. Por eso es tan importante el aporte de los padres, es la única forma que tenemos para conseguir dinero y poder resolver cualquier inconveniente, como por ejemplo el robo de algo tan importante”, detalló una docente, quien pidió permanecer en el anonimato por temor a represalias.
La docente indicó que el motor hurtado fue recuperado días después, gracias a la presión que un grupo de vecinos hizo con el ladrón, ya que se trata de un conocido de la zona, que fue identificado por el video de las cámaras de seguridad de la institución. Se comunicó del hecho a la Comisaría 9ª Central y los agentes acudieron a la vivienda del sospechoso que hizo entrega del aparato.
De manera a contar con mayor seguridad y ante los sucesivos casos de robos, las autoridades de la escuela colocaron 9 cámaras. Además, mensualmente la institución cuenta con un gasto cercano de G. 4 millones, entre pago a portero, sistema de alarma y mantenimiento de cámaras para brindar seguridad.
Bocas de fumo. Así como muchos centros educativos, Simeón Riveros también sufre el acecho de locales de venta de estupefacientes ubicados alrededor de la escuela. Según denuncian, se encuentran al menos cuatro bocas de fumo, bien identificadas, que a toda hora recibe visitas de adictos.
Según los vecinos, se tratan de viviendas abandonadas, que son utilizadas para la venta de crac o chespi, además de guarida de consumidores, que realizan todo tipo de robos para costear sus dosis.
Sobre esta situación, los policías de la Comisaría 9ª Central señalan que semanalmente allanan estos inmuebles y desalojan el lugar, pero los adictos vuelven a instalarse.
Lupanar. En la zona también funciona un prostíbulo, denunció una vecina, quien indicó que es una pena que ese local esté en medio de los hogares de familia, ya que atrae a todo tipo de gente.
Estas situaciones ponen en constante amenaza a la comunidad tanto educativa como a los vecinos, por lo que exigen mayor intervención preventiva a las autoridades.
