Este pesebre navideño cargado de simbolismo atrae las miradas en la zona sur de Río de Janeiro, donde la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús tiene una tradición de exponer asuntos contemporáneos en su representación anual del nacimiento que para los cristianos dividió la historia en un antes y un después.
Había muchos temas para elegir en 2020, pero la iglesia optó por dos asuntos que han cobrado mayor pertinencia en Brasil desde que el presidente de ultraderecha Jair Bolsonaro asumió el poder el año pasado: el racismo y el aumento de la deforestación de la Amazonía.
“El pesebre muestra que la gente que quema la naturaleza, que ataca a sus hermanos por diferencias de color, no tiene a Dios en el corazón”, afirma Mauricio Rodrigues dos Santos, portavoz de ese templo católico.
Este santuario realiza desde hace una década pesebres con mensajes, aprovechando su ubicación privilegiada próxima a la plaza de la Gloria, una estación de metro muy concurrida frente a la sede de la arquidiócesis de Río.
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Hace dos años, exhibió a una María de seno desnudo amamantando a su bebé, después de varios incidentes en los que autoridades impidieron a madres darles el pecho a sus hijos en público. El año anterior, el pesebre se centró en la lucha contra la corrupción y fue vandalizado.
El padre Wanderson Guedes, artista que da vida a estas exhibiciones, descartó abordar la deforestación de la Amazonía en 2019 después de recibir amenazas.
Pero este año la iglesia, que monta los pesebres gracias al trabajo voluntario y las donaciones de sus fieles, decidió abrazar la temática e incluir un mensaje antirracista.
Son temas que vuelven a primer plano sin cesar en el Brasil de Bolsonaro.
El mandatario defiende la explotación agropecuaria y minera de la mayor selva tropical del mundo. Durante sus dos años de mandato, la deforestación de la Amazonía ha alcanzado niveles récords en una década y se han multiplicado los incendios.
Bolsonaro ha sido acusado a lo largo de su carrera de hacer comentarios peyorativos sobre los negros y los indígenas.
A pesar de las tensiones políticas, Dos Santos asegura que la iglesia no tiene miedo de represalias por su nuevo pesebre. “Si lo destruyen, que así sea. Tenemos un año entero para reconstruirlo”, dijo a la AFP.
“Las ideas no se rompen. La motivación no se rompe. El espíritu no se rompe. Todo eso permanece. La idea queda. Este niño (Jesús), entero o roto, trae mensajes diferentes. Y sus dos mensajes son muy importantes”, resalta.