La planta del kokû se transformó en un frondoso árbol y sus ramas encorvadas crearon la perfecta estructura para el imponente pesebre que doña Obdulia Fernández prepara entusiasmada cada diciembre en su lugar en el mundo: el barrio San Miguel, de Reducto San Lorenzo.
A doña Obdulia se la ve bastante lúcida. Ya tiene 83 años, pero la emoción y el brillo en sus ojos al observar su por fin obra lista son los mismos que cuando tenía 14 años, edad en la que empezó a armar su propio pesebre.
“El pesebre que teníamos en casa era de mi hermana, pero cuando se casó llevó y yo me quedé llorando muchísimo. Entonces mi mamá llevó al mercado a vender una bolsa de poroto peky (tierno) y por ese dinero me compró para mi pesebre. Avy’aiterei, nakeiete pe pyhare, ahayhueterei la che pesebre (Me alegré demasiado, no dormí esa noche, le quería demasiado a mi pesebre)”, comenta y suelta una pícara carcajada al recordar a esa niña a la que le hicieron feliz en la Navidad.
Adornos
El despliegue de las coloridas esferas parece flotar bajo el techo verde oscuro, creado por las hojas naturales. Algunas de las pelotas navideñas ya tienen más de 40 años y ya requieren una cuidadosa colocación por el material ya debilitado, pero que aún resisten y resplandecen cada año. Otras pelotas navideñas están en plena vanguardia.
Las cáscaras de huevo con dos perforaciones en cada extremo, las unió con un hilo para formar colgantes cual guirnaldas, como parte de su original creación. “Todas estas cáscaras de huevos son de mis gallinas. Desde julio más o menos ya empiezo a juntar para tener mucho en estas fechas”.
La representación del nacimiento de Jesús que crea doña Obdulia fue creciendo a lo largo de las décadas. Cada año agrega una nueva figura. En esta edición estrena un ángel. Las piezas de cerámica, de las que son bien trabajadas, las compró hace tiempo de Areguá. La figura del niño es una de las que más captan la atención por las finas terminaciones que la hacen tierna y delicada. En este caso, fue un regalo de su hija, quien le envió el pequeño Jesús desde España.
“Cuando llega diciembre yo estoy feliz y ya a todos les hago recordar que tenemos que empezar a armar el pesebre”. El armado, con la ayuda de su familia, se inicia a mitad de mes y tarda cerca de tres días en terminar.
Tradición
Los vecinos también acercan la ofrenda al pesebre, comenta doña Obdulia. Sandías, melones, piñas y flores de coco son algunas de las frutas colocadas en el borde del pesebre, cuya base es pasto y un suelo que cobra una pendiente al llegar a la cuna del niño Jesús.
El mayor anhelo de doña Obdulia es que la tradición que ella empezó –en la que luego la acompañó su ya difunto marido y ahora la ayudan sus hijos– es que nunca se acabe. Es el pedido que hace a sus siete hijos. “Les digo que siempre sigan haciendo, que no termine esta tradición. Y me prometieron que lo seguirán haciendo”.
Tratamiento exitoso
Los pequeños pacientes con pie bot que dejaron de usar las botas de abducción, hoy las colgaron como adorno para darle forma al emotivo árbol de Navidad que recibe a la gente en la sala de espera de traumatología, en el Pediátrico de Niños de Acosta Ñu.
Desde el hospital señalan que la creación es en homenaje a los niños y niñas con pie bot y a sus cuidadores, por la perseverancia para enderezar piecitos hasta dar pasos firmes. En el Pediátrico se realizó también una serenata para los pequeños usuarios y sus familiares.
Pesebre viviente. Los alumnos de la escuela y colegio Nihon Gakko deleitaron a la Redacción de Última Hora con el tradicional pesebre viviente, con los tiernos y pintorescos atuendos, para representar el nacimiento de Jesús. El departamento artístico de esta casa de estudios también ofreció varias canciones amenas de Navidad.