En el mundo artístico nadie la conocía, nunca pisó un escenario, no sabía de telones ni rodajes, pero este mes de abril su vida dio un giro inesperado y la admiración hacia su talento apareció.
María Martins, conocida por sus amigos como Pocha, fue una revelación en la recientemente estrenada película paraguaya Las Herederas. “Cuando era chica, era gordita, y mis padres decían que parecía una boya; entonces, de cariño me quedé en Pocha”, relató.
Elegante, coqueta, impecable en lo que hace a su andar y vestir, se declaró una fanática de la moda, pero de esa que aporta todo en su justa medida, sin excesos. Pocha se animó a contarle su historia a los lectores en una cálida entrevista.
“Eso ya no se pregunta a estas alturas”, respondió con una sonrisa pícara cuando quisimos conocer su edad. Se limitó a confirmar que está en una de las mejores etapas de su vida, siendo feliz, y consciente de que no desaprovechó un solo segundo en el pasado, porque en todo momento hizo lo que le hacía bien, sin arrepentimientos.
“Jamás en la vida actué, ni una poesía recité en público, porque cuando hay mucha gente ya me vuelvo tímida”, confesó sobre el desafío que significó para ella aceptar sumarse al rodaje.
Definió su experiencia como buena, liberadora, aunque sus expectativas sobre su desempeño no eran las mejores. Recién después de ver la película, el día del preestreno, y escuchar los buenos comentarios del público fue cuando se sintió realmente una artista.
“Ahora todo el mundo me felicita, lo que no saben es que fui yo misma”, expresó.
Aseguró que la única diferencia entre Pocha y Pituca es el concepto de la moda: “A Pituca le gustaban esas ropas con hombreras, muy pasadas de moda, a Pocha le gusta usar la misma ropa que usan las jovencitas, pero siempre adaptando a su edad”.
Refirió que durante la filmación no se vio ceñida a ningún libreto, justamente, porque el objetivo de su participación era transmitir a través de la pantalla grande su esencia misma.
Ana Brun recomendó al director de la película, Marcelo Martinessi, que Martins participe en el proyecto, y fue este último quien le dio la libertad de improvisar parlamentos y sentirse, en todo momento, como si no estuviese ante cámaras, natural y suelta.
Mencionó que es viuda desde hace varios años, no tuvo hijos y era hija única del matrimonio de sus padres, por lo que tampoco tiene hermanos ni sobrinos.
“A los hijos de Ana los veo como míos, su familia es como mi familia, me hacen sentir siempre como en casa”, celebró. Ella y Brun forjaron una fuerte y linda amistad desde el día en que se conocieron, hace ya varios veranos, y desde ese momento, no hay quien las separe. “Y eso que yo soy mucho más grande que Ana”, recordó.
Ser mujer en Paraguay
Sobre lo aprendido con el proyecto cinematográfico le quedó una reflexión: “Cualquier persona tiene que hacer lo que le satisfaga para ser feliz, porque ser feliz es lo que buscamos en la vida, sin escondernos de gozar de lo que nos gusta”.
Expresó que soñaba con formar un hogar, tener hijos y nietos, pero que su realidad fue distinta, aunque eso, ni haber quedado viuda, no la desmotivó en ningún momento. Todo ayudó a que valore cada segundo de su existencia.
Al igual que a Pituca, le gusta jugar a las cartas, reunirse con sus amigas y considera que las personas deben sentirse libres de ser quienes son, siempre que no dañen a terceros, y que esto no debe ser juzgado por nadie más.
Su realidad social y línea de pensamiento son iguales a las del personaje; de ahí que no existió dificultad alguna para desenvolverse con comodidad en el rodaje.
Finalizó diciendo que si existe otra oferta en el cine, se animaría a hacerlo de nuevo.