Por Patricia dos Santos, socia de ADEC
Las playas alrededor del lago Ypacaraí se convirtieron este verano en pistas de carrera de cuaciclones, moto cross, trompos con los UTVs, lecciones de manejo, paseos familiares en camionetas 4x4, y hasta de circulación para evitar las calles y rutas cargadas de vehículos. A raíz de la bajante del lago se formó una playa de más de 200 metros de ancho.
Vehículos conducidos por menores de edad, circulan a toda velocidad atropellando charcos y haciendo demostraciones de destrezas. Otros, manejados por adultos o jóvenes padres llevando a sus pequeños hijos pasean de día y de noche. Las playas donde esto sucede ya no son seguras para los peatones, y mucho menos para que los niños disfruten de la arena jugando despreocupadamente. Ahora es lo mismo la calle que la playa, no hay lugar libre de estos vehículos donde estar tranquilos y seguros, y sin el ruido, el polvo o el barro que levantan a su paso.
Las playas son “zonas liberadas”, no hay una sola autoridad presente, y hay trabajo para varias, desde jueces del menor para evitar exposición de menores al peligro, policías de transito municipales y nacionales para impedir la circulación en lugares prohibidos, según la ley nacional de tránsito, fiscales de medio ambiente para hacer respetar la ley nacional de protección del lago Ypacaraí, impidiendo que se pisoteen los humedales, por citar algunas.
Conversando con los protagonistas recogí los más increíbles argumentos, por ejemplo, un profesional universitario exitoso cuyos hijos menores de 12 años manejan por calles y playas: “qué tanto se quejan si seguro que ustedes también manejaban vehículos cuando eran niños”; un abuelo cool a quien le encantan los vehículos: “dejales que se diviertan, aunque sea eso que consigan del lago que está tan feo”; un padre joven en un cuaciclón enorme enseñando a manejar a su hijo de 7 años: “¿y dónde entonces vamos a enseñarle a manejar a los niños?”, y luego, “en otros países puede ser, pero acá pues estamos en el Paraguay”; un señor maduro en un UTV: “yo voy despacio y con cuidado, nada va a pasar”. Una familia completa en una camioneta: “una vueltita nomás estamos dando”. Una joven madre llevando un bebe de 2 años adelante suyo en el cuaciclón, y dos nenas de 4 y 5 años atrás: “no es peligroso, están conmigo”.
Parece que para nosotros los paraguayos las leyes y normas de convivencia de nuestro país solo sirven para coartar nuestras libertades y derecho a la diversión, mientras que cuando viajamos a otros países las cumplimos a rajatabla y disfrutamos del progreso y la convivencia civilizada.
Mientras haya personas educadas y viajadas, como estos padres, madres y abuelos que prefieren enseñar a sus hijos a divertirse haciendo lo que se les da la gana, que mostrarles el valor del cumplimiento de la ley y el respeto a la convivencia civilizada, va a ser muy difícil lograr para nuestro país el desarrollo que tanto admiramos en otros.