Alberto Peña | EFE
Grupos indígenas, además de cientos de desplazados por las inundaciones en Asunción y, ahora, alrededor de un millar de personas en busca de una vivienda digna, pueblan el área comprendida entre la Catedral, el Congreso y el antiguo Cabildo.
Por un lado, y desde enero, viven en el lugar cientos de familias del popular barrio de ‘la Chacarita’, que tuvieron que dejar sus viviendas por la crecida del río Paraguay y subir a es espacio que se encuentra por encima del nivel del agua, donde levantaron chamizos de madera y latas en los que viven desde entonces.
Del otro están los nuevos inquilinos del barrio, unas 1.000 personas sin hogar que desde el pasado sábado se ubicaron en la plaza tras concluir la ocupación de un cuartel militar en el Gran Asunción, a la espera de que el Estado les otorgue unas tierras donde poder establecer su asentamiento.
Pero antes de esos dos grupos, desde finales de 2017 el sitio fue ocupado por unas 15 familias de indígenas de la comunidad Jetyty Mirí, del este de Paraguay, que fueron expulsadas de sus tierras y que todavía permanecen en la Plaza de Armas, esperando una solución a su problema.
Aquí han llegado a un acuerdo con los miembros del asentamiento “Patria Nueva”, los recién llegados que antes estuvieron en el cuartel militar, para beneficiarse mutuamente y en un régimen de autogestión.
A metros de distancia, los desplazados por las inundaciones, asentados en la zona de la Catedral, viven como en un vecindario aparte y habituado a esta mudanza debido a la subida anual del río Paraguay.
Uno de los dirigentes del asentamiento “Patria Nueva”, César Fleitas, afirmó este martes a Efe que tanto ellos como los indígenas y los desplazados de ‘la Chacarita’ reflejan en ese lugar el mismo problema.
“Tanto los chacariteños como los compañeros indígenas nos reconocemos como pueblo, así que somos de una misma clase y estamos todos acá juntos en busca de un pedazo de tierra. Los tres problemas son el mismo: vivienda, tierra y una mejor calidad de vida”, expresó Fleitas.
En el asentamiento, explicó Fleitas, hay luz conectada desde el sistema público de alumbrado, con agua que prestan los vecinos de ‘la Chacarita’, comida que reúnen con pequeñas aportaciones económicas de cada miembro, seguridad propia y sanitarios públicos, que fueron instalados para los indígenas en su momento.
“Estamos tratando de practicar los valores que nuestro asentamiento proclama, que son la solidaridad, el servicio al otro, la amabilidad y el respeto, construir y compartir, y tiene que ver con el patriotismo y los valores patrióticos. Buscar, como dice nuestro asentamiento, una ‘patria nueva’ en nuestro estilo de vida”, dijo Fleitas.
Mientras los niños corretean por la plaza, varios muchachos encienden el fuego para la comida que se prepara con esmero bajo una lona anaranjada –el menú del día es espagueti con verduras para todos–, otros recogen las basuras o arreglan los tinglados de plásticos negros que pueblan la plaza.
Los que trabajan, aunque sea de forma informal, que son la mayoría, salieron en la madrugada a los diversos puntos de la ciudad y su área metropolitana.
“Acá hay un montón de gente de distintos lugares del Departamento Central que no tiene un pedazo de tierra ni una vivienda digna. La mayoría son trabajadores, trabajan de manera informal muchas veces y sin alcanzar siquiera el salario mínimo”, sostuvo Fleitas.
Señaló además la importancia de haberse instalado en “una plaza de protestas que históricamente ha reflejado la desigualdad social”.
“Acá se distingue muchas veces lo real de lo imaginario. Estamos frente al Congreso nacional, a un paso de todos los poderes del Estado, y eso contrasta con lo que es la realidad”, indicó Fleitas.