El Gobierno ha demostrado, en el breve periodo, desde su asunción un manejo bastante limitado de las relaciones internacionales. Innecesarios conflictos diplomáticos han dado la nota. Poco después de asumir, hubo que resolver el problema que había planteado uno de los ejes de la campaña: La derogación del convenio con la Unión Europa, que al final culminó con un retroceso de la bancada cartista en el Congreso. Recientemente, suspendieron la cooperación en el tema drogas y ahora surge la crisis con Venezuela. Es inaceptable.
El proyecto de ley por el cual se dejaba sin efecto la cooperación de la UE fue aprobado casi por unanimidad en la Cámara Baja; de esa manera se dejaba sin efecto una donación para el Ministerio de Educación, pero luego fue desechado por la Cámara de Senadores, en una operación que fue calificada como simple cortina de humo y hasta de estrategia electoral populista. El Gobierno de Peña olvidó por completo posteriormente los argumentos esgrimidos en contra del mencionado convenio, pues de hecho ya habían logrado el cometido.
Esto fue más que un incidente aislado, fue un monumental vergonzoso episodio de incoherencia. Paraguay necesita estar conectado con el mundo; particularmente, precisa hacer negocios con los países del Espacio Shengen. No se puede dejar de lado que el año pasado el Mercosur y la Unión Europea cerraron un tratado de libre comercio, después de casi 25 años de negociaciones; Paraguay es país miembro del Mercosur. El potencial de negocios ventajosos para los productores y para el país al final es muy amplio. Por lo tanto, la realidad acabó mostrando los perjuicios del populismo electoral de los colorados.
Un ejemplo más reciente del pésimo manejo de la política exterior ha sido la interrupción de la cooperación internacional en materia del combate al narcotráfico. Ese caso no es solo grave, sino altamente significativo, en un país que sufre la presencia impune del crimen organizado y el narcotráfico y las terribles consecuencias de ambos.
La crisis generada debido a la interrupción de la cooperación de la Administración de Control de Drogas (DEA), a iniciativa de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), tendrá graves consecuencias, ya que es imposible negar que esa es una decisión que favorece al crimen organizado y el narcotráfico, y expone al mismo tiempo nuestra debilidad institucional.
En su primer año de gobierno, Santiago Peña realizó numerosos viajes. De hecho, que para la primera semana de diciembre de 2024 ya había completado 36 viajes en su mandato. Para el presente año, el proyecto de Presupuesto General de la Nación tiene previsto destinar G. 4.430 millones en pasajes y viáticos para la Presidencia de la República, vale decir, el doble de lo que se gastó en el 2024.
Lo cierto es que en la actual crisis de relaciones con Venezuela se vuelve a hacer evidente un déficit en el manejo de la política exterior. La posición de Paraguay respecto a la República Bolivariana ha sido no solamente ambigua a lo largo de los años, sino sobre todo tumultuosa. Recordemos que en el año 2013, el gobierno de Horacio Cartes había aceptado el ingreso de Venezuela al Mercosur, para después en 2019 el gobierno de Mario Abdo romper relaciones diplomáticas después de un proceso electoral cuya legitimidad Paraguay no reconoció en aquel momento. Posteriormente, apenas tres meses de haber asumido, el Gobierno de Santiago Peña volvió a establecer las relaciones diplomáticas con el Gobierno de Nicolás Maduro en 2023. Eso duró casi un año, pues ahora nuevamente se da una ruptura, pues el Gobierno de Peña decidió reconocer al venezolano Edmundo González como presidente electo.
Nos encontramos ante una situación compleja, y del Gobierno se espera sobriedad y, sobre todo, seriedad en la toma de decisiones y en la conducción de las relaciones internacionales.