El brillante e inusual científico Dr. Godwin Baxter devuelve la vida a la joven Bella Baxter y en un principio intenta restringirla a vivir dentro de los límites de su laberíntico edificio.
Bella posee una mentalidad infantil, virgen de toda experiencia en el mundo, pero con una incontrolable curiosidad que la llevará a cruzar las paredes de aquel edificio que se ubica en Londres, en plena época victoriana.
El abogado Duncan Wedderburn se cruza en su camino y se convierte en el instrumento de su exploración.
La película toma como base la novela homónima de Alasdair Gray, publicada en 1992, y tiene al frente de la dirección al provocador y controversial Yorgos Lanthimos.
El director griego cuenta con una filmografía integrada por películas como la distópica Langosta, del 2015, y la inquietante El sacrificio del ciervo sagrado, del 2017.
Lanthimos está acostumbrado a presentar historias que inquietan al cuestionar la normalidad, explorar la experiencia humana y ahondar en las entrañas del ser, entre deseos, sentidos y valores.
En Pobres criaturas no huye de su estilo, aunque lo hace en menor medida, de un modo contenido, como si estuviera buscando la sutilidad en su forma de contar historias.
Para tal, cuenta con un elenco cuyo criterio de elección parece haber sido el virtuosismo.
Bella es vivida por Emma Stone, que ofrece una interpretación que la ubica como favorita a llevarse el Oscar de mejor actriz, premio que vuelve a disputar tras cinco años, cuando fue convocada como resultado de su primera colaboración con Lanthimos, en La favorita.
Stone retrata la experiencia del crecimiento y aprendizaje humano, la lenta abstracción y construcción del lenguaje, las cicatrices que deja la vivencia y la propia cura a la que lleva la reflexión.
La crueldad innata de la niñez y el desconocimiento de reglas y consecuencias, así como la fascinación de lo desconocido y la ira desatada por las restricciones, al igual que el dolor de la injusticia y la alegría del placer, son estados que atraviesa su personaje.
A su favor, Stone goza de una fisionomía que exacerba y le permite retratar a tono desde la desoladora tristeza provocada por la frustración hasta la impávida tranquilidad de la madurez.
Desde su primera y hasta la última aparición, la actriz parece no reposar un segundo y se mantiene concentrada en emplear en su postura la expresión, sostiene su personaje con empeño.
Willem Dafoe encarna al creador de Bella, un científico con una entrega tal a la ciencia, que desconoce de crueldad, con un sentido difuso del discernimiento.
Dafoe agrega un personaje más a su galería de brillantes interpretaciones.
En su papel, provoca inquietud al exponer sus pasajes y como eso lo convirtió en lo que es.
Mark Ruffalo interpreta al vivaz abogado Duncan Wedderburn, quien ve en la inocencia de Bella la oportunidad de satisfacción.
Ruffalo entrega una interpretación que dibuja con soberbia, desfachatez, mezquindad, resentimiento y torpeza a un auténtico canalla.
A lo largo de su jornada de exploración, Bella se cruza con varios personajes, con breves espacios de pantalla, pero que de modo muy justificado la ocupan con razón.
A pesar de que son muy bien presentados, en su mayoría, instalan esa sensación de querer conocerlos más.
El vestuario colabora entre lazos y texturas a reforzar el temperamento de los personajes y acompaña con sobriedad la evolución de la protagonista.
El maquillaje cumple similar función, en algunos casos se aplica para agravar los rasgos de los personajes y en otros casos apenas aparece para dar espacio a la natural expresión de las figuras.
La cinta trascurre en un universo con elementos y escenarios que provocan fascinación; esa sensación de querer ver de cerca firmamentos, experimentar alimentos y recorrer espacios.
La fotografía, en su mayoría presenta planos estáticos y bastante cercanos, que permiten apreciar los detalles. Emula la sensación de ser un espectador presente en las escenas y es responsable de provocar la agitación e inquietud de algunas situaciones presentadas, incluso con la aplicación de efectos y la utilización de lentes que quiebran la normalidad.
El guion escrito por Tony McNamara conjuga con precisión el humor y la profundidad.
Se trata de uno de esos trabajos que deja ver el talento de su autor, a partir de la elección precisa de palabras y la capacidad de transmitir las ideas de forma ligera y con gracia, incluso cuando el asunto es profundo o perturbador.
Pobres criaturas es una de esas experiencias cinematográficas completas, compuestas por una alta calidad de interpretación, una bien lograda propuesta visual, con colores, vestuarios y maquillaje a tono, una dirección pulcra, un guion preciso y el relato de una historia que cuestiona normas sociales y los límites de la libertad a partir de la exploración de la constitutiva dimensión sexual del ser.