Que la mejor egresada de una institución educativa –distinguida como tal por las propias autoridades– sea quien los interpele, públicamente y sin ambages, por hechos que considera injustos, irregularidades y vicios que allí persisten, ubica en un nivel más alto el tono de la crítica que no puede ni debe pasar desapercibida.
Es el caso de la flamante doctora en Medicina Giuliana Cattivelli, cuyo discurso durante el acto de graduación puso sobre el tapete aspectos que afectan a la formación de los estudiantes de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Asunción (FCM-UNA). Cuestiones que van desde la “disociación” entre lo aprendido en el bachillerato y los temas a estudiar para ingresar; el “verticalismo” en el proceso de enseñanza-aprendizaje; la “reactivación de la politización” que busca el statu quo para perpetuar a grupos o clanes de poder, hasta la “falta de humanidad en el trato entre pares”.
Todo esto, entre otras cosas, forma la bola de nieve que termina por espantar a gente que –según dice– bien podría enseñar o crecer como profesionales dentro de la universidad. “Hay mucho exilio dentro de la Universidad Nacional a raíz de este hartazgo que vive la gente o la propia resistencia que hay al cambio. Inclusive, una de las consecuencias muy grave –de la politización– es el verticalismo que se ve”, manifiesta.
Es notoria la cantidad de egresados que eligen rendir en la Conarem por los recursos que no hay en el Hospital de Clínicas.
Lo que cuestiona es que, al menos en su Ciencias Médicas, el respeto se mide por los años de trayectoria. “Todo el mundo se merece respeto y no porque uno tenga más años de experiencia. Ese diálogo horizontal y franco que podría haber en espacios donde se tendría que estar discutiendo la realidad nacional, es algo que falta mucho. Y no sé si es algo de la politización o es más la cosmovisión que tenemos como país, nuestra forma de ser”, opina.
Cuando habla de exilio –explica– se le viene a la mente “mucha gente que podría enseñar y elige no enseñar” en la FCM. Además, como mencionó también en su discurso, “es notoria la proporción de estudiantes, egresados de la Universidad Nacional, que toman el examen de la Conarem (Comisión Nacional de Residencias Médicas) y van a rendir para formarse en otros centros: el IPS, el Hospital de Trauma o Acosta Ñu, etc.”, enumera y suscribe que esto obedece a que se cansan de “lidiar más con la facultad, es mucho el tema del hartazgo; eso es lo que se percibe y yo noté mucho de eso en los últimos tiempos”.
Cattivelli señala que existen unidades académicas de la UNA que “a todas luces no abandonaron esas prácticas” de politización que fomentan prácticas prebendarias.
“Ahora, creo que una parte del proceso de evolución o de camuflaje del statu quo es buscar simpatizar con el estudiantado. Tienen grupos de estudiantes que están como dormidos o que tratan de mirar para otro lado para terminar el cartón y ver qué van a hacer, pero nunca más van a pisar la universidad. Y eso permite también la perpetuación de esos grupos, porque si entran al sector estudiantil con gente afín a ellos es más fácil perpetuarse y seguir sirviendo a sus intereses”, reflexiona.
Ella también, a sus 26 años de edad, se siente una exiliada más; ya que tiene planes de realizar su residencia médica en el exterior. “Actualmente estoy dedicándome a la docencia, mientras me preparo para hacer la residencia en clínica médica en el exterior y planes a largo plazo, realmente, no tengo. Quiero aplicar para ir a Estados Unidos”, dice sobre su futuro cercano.
No deja de sentir un poco de “culpa” –admite– por la carga de ser egresada de una universidad pública, ya que debe retribuir después lo aprendido a la sociedad.
“Hay lugares acá donde se hace lo mejor con lo que hay, de por ahí los recursos tecnológicos o los insumos no son los ideales, pero hay muchísima gente superactualizada, muy informada y muy humana en espacios académicos. Salir es una decisión personal. Tampoco digo que sea malo o terrible practicar la medicina acá”, aclara.
De la rebelión, al hastío estudiantil
La Dra. Giuliana Cattivelli recuerda que ella ingresó a estudiar en la Facultad de Ciencias Médicas al calor de lo que fue la primavera estudiantil de #UNAnotecalles. Por lo que en esos primeros meses de 2016 participó –dice– activamente de lo que fue el proceso de reforma del estatuto de la UNA. Después de meses de acciones directas, movilizaciones y negociaciones, todo desembocó en un heroico fracaso.
“Es demasiado fácil cansarle al estudiante porque somos una población vulnerable; cuando llega el momento de jugarse por algo, de repente te aprietan con los examen finales, el calendario académico o cosas así para tratar de mantener el statu quo”, repasa.
En su opinión lo que se denominó como “reforma del estatuto”, acabó muy lejos de ese espíritu de cambio o transformación. “Uno de los principales ejes por los que estábamos pidiendo la reforma del estatuto de la UNA era la paridad en los órganos de gobierno. Y paridad era que cada estamento, siendo estudiantes, egresados y docentes escalafonados, tenga las mismas cantidades de integrantes en cada uno de los estamentos. Eso no se logró y creo que hubo un retroceso inclusive en la conformación de los órganos de gobierno”, recalca Giuliana.
Por lo que, como bien comprende, se torna cuesta arriba lidiar con los escalafonados que forman parte de un círculo con ciertos intereses y hacen mayoría por sí solos. “Y cuando uno tiene que entrar a negociar sumarios o denuncias, medio que no tiene mucho sentido tampoco si de entrada sabés que vas a perder”, analiza.
A su criterio, esta disparidad en la composición de los órganos de gobierno de la mayor y más antigua casa de estudios del país “es un factor que influye” en la posterior impunidad de los casos denunciados o por denunciar.
En Ciencias Médicas, por citar, los hermanos Ibarrola –señala– volvieron, aunque siguen sumariados. “Estar apartados del cargo y estar sumariados no son cosas que van de la mano necesariamente. En el caso de ellos, se les permitió retornar a sus actividades laborales y otros sumariados salieron por otras vías del proceso sumarial”, separó.
Y todo esto tiene lugar en un contexto de cansancio del estudiantado que es “innegable y legítimo”. Para ella, además, las autoridades supieron cómo superar las circunstancias adversas. “Ellos obviamente se adaptaron para sobrevivir. Y llega un punto en que ya están bien camuflados y te quieren etiquetar como paranoico o algo así”, concluye.