30 ene. 2025

Por más muckrakers buenos en todos los medios

En 1906, el presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, fastidiado con cierta prensa que “no se tragaba” el discurso oficial, sino investigaba y desentrañaba actos de corrupción y de abusos del poder, pronunció un discurso en el que utilizó la figura del “hombre del rastrillo” (muckraker) de la novela alegórica El progreso del peregrino (John Bunyan) pretendiendo con ello degradar al periodismo de denuncia, que entonces cobraba fuerza.

Comparó a los periodistas con esos muckrakers o rastrilladores de estiércol, “los que escarban en la porquería”, para cuestionar así que estos solo se fijaban en lo que es vil y degradante y no veían cuestiones más elevadas. En la actualidad sería “lo positivo” que hacen las autoridades.

Haciendo un paralelismo, es como la crítica que realizan ciertos sectores políticos, poco afectos a la transparencia y rendición de cuentas, a los que incomoda que la prensa no se enfoque exclusivamente en los logros o las acciones positivas del gobierno, y que escarben en cuestiones turbias de la sociedad y sus líderes, de los poderes varios, que se retroalimentan y protegen entre sí.

Si la tarea periodística se limitara a transmitir solo lo que un gobierno y la élite que lo sostiene quiere, estaría atentando contra su propia esencia. El periodismo es informar, buscar la verdad, demostrar fehaciente y contundentemente los hechos. Denunciar los abusos, errores, ineficiencias, incoherencias, retrocesos, robos y despilfarros cometidos por quienes administran los bienes del Estado, y sobre los grupos que conforman los poderes fácticos que están detrás de los grandes negociados público-privados. Informar, pero no quedándose solo con el dato que oficialmente presentan los gobernantes de turno, sino haciendo memoria frecuentemente de las expresiones, promesas, anuncios y actos grandilocuentes y efectistas con los que con abrumadora insistencia estas atosigan a la ciudadanía. Ciertos mandatarios lo hacen de una manera empalagosa a través de las cuentas oficiales en redes sociales. Dedican más tiempo a sus videos que a acercarse a la gente.

Son los que desacreditan a la prensa crítica. Consideran que pueden prescindir de los medios de comunicación, ejerciendo un control unilateral y dirigido de los contenidos que sesgadamente quieren colocar a través de las redes sociales y medios oficialistas. Por eso les molesta que haya una prensa que no se conforma con reproducir esos mensajes y se preguntan por qué se adopta tal cual o decisión. Por qué se invierte en esto en detrimento de otras áreas; por qué tanta prisa con promover esta ley y no aquella más urgente. Por qué o para qué tantos viajes del jefe de Estado. Por qué en esta licitación optaron por el oferente A, en vez de esta más ventajosa. Por qué faltan insumos y medicamentos. Por qué en esta escuela no cuentan con agua potable, etc., etc.

Si dejaran de existir periodistas que interrogan cada dato, cada hecho, cada anuncio, cada información a la que acceden, y miran con detenimiento lo que sucede en el entorno, no nos habríamos enterado de la campante continuidad del nepotismo en las instituciones del Estado, o que Santi Peña, ocho años atrás, no tenía “un peso”, como manifestó entonces, y que hoy es propietario de un inmueble suntuoso y posee una envidiable fortuna. Ni sabríamos que se reparte dinero a los seccionaleros (en termos), y ya se imaginarán de dónde sale esa plata, y que muchas decisiones de Estado se toman en un quincho.

Así que, aunque traten de acallar a esa prensa, que es leal a su propia existencia, como de hecho pretenden algunos legisladores que ya están frotándose las manos para garabatear una ley mordaza, y aunque declaren enemigos y ataquen despiadadamente a los periodistas que abrazan el verdadero sentido de esta profesión, siempre será preferible que existan tales muckrakers antes que un ejército de “sicarios mediáticos” o adulones del poder operando desde algunos medios de prensa.

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