Por Gabriela Martínez Palma
Desde entonces, cada país ha dedicado una fecha especial para celebrar y exigir el derecho de cada niño. En Paraguay, cada 16 de agosto se rinde un homenaje al extraordinario acto de heroísmo realizado por esos niños caídos en la Batalla de Acosta Ñu.
Para una mejor comprensión de los más pequeños sobre esta conmemoración, esta historia fue relatada mediante un cuento.
Un tesoro escondido en medio de una batalla
Érase una vez en un país muy muy lejano llamado Paraguay, donde la tierra es roja y se habla en el dulce idioma guaraní, la sopa es sólida y las personas son difíciles de olvidar.
Pero en el año 1864 no todo iba muy bien. Por esos días, disparos de cañones y pistolas irrumpieron la paz y el ambiente se llenó de miedo.
Una guerra sangrienta y fría había comenzado y los habitantes que estaban acostumbrados a vivir en tranquilidad ahora tenían que defender su heredad. Ellos, los países aliados, contrarios a Paraguay, eran muchos más y aunque los soldados luchaban con valentía, sabían que tenían que entregar sus vidas.
En los pueblos solo se escuchaban noticias cada vez más tristes y desafortunadas, nadie podía comprender cómo los vecinos se habían convertido en sus verdugos. Cada vez las tropas avanzaban y más personas morían, todos se preguntaban cuándo fue que les robaron la paz.
Lo más triste era aún inimaginable, algo muy malo estaba por suceder, los enemigos ya habían llegado a muchos pueblos y tristemente casi nadie quedaba a su paso, todo lo que alguna vez fue la tierra guaraní casi ya no existía. Los grandes le llamaron “La Guerra de la Triple Alianza”, pero para los pequeños eran palabras extrañas.
Hasta que una mañana, los hechos más tristes de la historia del Paraguay comenzaron a suceder. “La batalla de Acosta Ñu” tuvo que ser pelada por niños y adolescentes. Ya no había soldados para defender al país, solo quedaban niños y jóvenes que, sin saber lo que les esperaba, partieron hacia la guerra.
No se sabe muy bien cómo fue, pero cuentan que los extranjeros eran como seis veces más, tristemente algo muy difícil de vencer, mientras que los pequeños paraguayos eran apenas 3.500. Lucharon como gigantes, defendieron lo que pudieron, fueron como guerreros disfrazados de niños, con sus sangres escribieron una triste historia, sus vidas fueron vencidas, pero el amor por su terruño permaneció intacto.
Todos lloraron, había mucho dolor y no quedaba nada... todo lo que había fue llevado por los brasileños. ¡Pero la historia no acaba! Aunque cueste creer, del dolor salieron fuerzas para empezar de nuevo, el tesoro que la guerra no pudo llevar fue el amor de los paraguayos por su patria.
Todo empezó de cero y mucho tiempo después, los extraños fueron retirándose. Otros hombres tomaron los cargos y esos países que se habían enfrentado firmaron la paz. Nada volvió a ser igual, pero desde entonces, en cada lugar y en cada nación todos trabajan para que la historia de los niños de Acosta Ñu no se vuelva a repetir.
Con el correr de los años, cada pueblo ha decidido luchar por los derechos de los más indefensos, cada año celebran “el Día del Niño”, con globos, obsequios y banquetes. Incansablemente, siguen pidiendo al mundo entero que respeten sus derechos.
En Paraguay se conmemora cada 16 de agosto, rindiendo un homenaje a aquellos heroicos pequeños que defendieron su patria y marcaron la historia de las demás generaciones.