La tarea no será fácil, pues en momentos como los que vivimos en el Paraguay resulta difícil sostener una actitud optimista, especialmente frente a los cotidianos episodios de robos y asaltos, algunos de ellos con trágicas consecuencias, los asaltos en la calle, en el transporte público y atracos a comercios. Para el ciudadano este sería uno de los principales reclamos que las autoridades deberían priorizar, pues todos tienen el derecho a vivir una vida con seguridad.
Asimismo urge que quienes hicieron pomposas promesas no solo durante la campaña, sino también después de haber sido electos, comiencen a cumplirlas. El Paraguay necesita que su clase política anteponga las necesidades de la gente a sus propios intereses. Los paraguayos reclaman la creación de empleos, de empleos con salarios dignos que hagan posible que la gente pueda tener tiempo de calidad para compartir con su familia y con su comunidad. Para que esto sea posible también debe darse un cambio revolucionario del sistema de transporte, que actualmente constituye un verdadero castigo para trabajadores y estudiantes que gastan horas enteras por el pésimo servicio que ofrecen las empresas que explotan los itinerarios, y por la inacción de un gobierno que no ha sido capaz de ofrecer un servicio eficiente.
El año que pasó estuvo signado por hechos vergonzosos, escándalos que involucraron a los parlamentarios y su descarado nepotismo. En 2024 conocimos a numerosos nepobabies e incluso a los favorecidos por el poder: los Bachibabies, veinteañeros cobrando millones en el Parlamento habiendo apenas concluido la formación secundaria.
Para este 2025 esperamos que los jóvenes puedan acceder a la educación de calidad, que no estén obligados a trabajar tantas horas para poder pagar una carrera universitaria y mantenerse al mismo tiempo. Que también tengan empleo digno, salud pública de calidad, seguridad y tiempo para la sana diversión. El Gobierno está obligado a crear las condiciones para que esto sea posible, y debe, sobre todo, dejar de privilegiar a los hijos de los diputados y de los amigos del poder político y económico con prebendas y puestos de trabajo en las instituciones del Estado.
En este 2025, esperamos también que haya más honestidad y transparencia en la administración de los recursos públicos. Esperamos que la clase dirigencial entienda que la corrupción mata, la corrupción empobrece y les roba la calidad de vida a los ciudadanos.
Esperamos también que el Gobierno sea capaz de escuchar y entender los reclamos de la gente, no solamente empatía, sino sean capaces de obrar con coherencia para ofrecer respuestas a los reclamos y preocupaciones. Menos promesas y más trabajo.
En el Paraguay, la corrupción y la impunidad parecen descontroladas, lo mismo que la injusticia, que, como decía monseñor Óscar Arnulfo Romero, “la justicia es como la serpiente, solo pica a los descalzos”. Urge un decidido combate al crimen organizado y al narcotráfico antes de que el Estado paraguayo quede reducido a una mera fachada.
En este 2025 que recién se inicia se debe reconocer el derecho de todos los paraguayos a una vida mejor, con trabajo digno, salarios justos, acceso a la educación y la salud, así como al descanso y la recreación con la familia, y sobre todo, que ninguno de estos reclamos parezcan una utopía.