Como recordó el papa Francisco en estos días, la Navidad no es solamente una cena, sino que es una festividad que está “en la raíz de nuestra fe”. Este tiempo es una importante ocasión para compartir afectos y esperanzas. Sobre todo porque hoy más que nunca, nuestro país precisa este reencuentro de la sociedad, en la búsqueda del diálogo y la tolerancia. Que esta celebración, que es una fiesta de la familia por excelencia, sea una oportunidad para la reconciliación, y el deseo de paz y comprensión en el Paraguay.
Este tiempo es ideal para hacer una pausa en nuestras aceleradas rutinas, una pausa en el trajín cotidiano para poder compartir con los seres queridos, los amigos, los vecinos, la comunidad; para reflexionar en la víspera en que se recuerda el nacimiento del Niño que nació en Belén.
También es un buen momento para, junto al pesebre que recrea en cada hogar el nacimiento de un Niño en un entorno humilde y hasta de privaciones, retornar sobre el gran simbolismo que implica, pues debemos observar atentamente que, pese a la situación y al entorno precario, aquel Niño estuvo rodeado de afecto, de atención. Y, a la luz de nuestra realidad actual, entender qué es lo verdaderamente importante; más allá de las luces, la preparación para el atracón, el consumo, las representaciones del éxito y la realización, y poder retornar a aquellos valores que nos hacen humanos.
Debemos aprovechar un momento para reflexionar el mensaje que nos trae, el mensaje de amor y solidaridad, un recado que es mucho más que un discurso vacío y que debemos encarnarlo día a día, dejando de lado la indiferencia con el sufrimiento y las necesidades del otro, especialmente de aquellos como aquel Niño que nació en Belén en un humilde pesebre. Porque Navidad también debe ser una fiesta de la unión, del amor al otro a través de hechos concretos de solidaridad, de ayuda, de compresión.
Navidad es un momento de encuentro y reencuentro familiar, y esperamos que al mismo tiempo pueda ser una ocasión para el reencuentro de la sociedad, una sociedad muchas veces dividida, ya que con frecuencia la comunidad sufre por las acciones de sus líderes que no priorizan las verdaderas necesidades de sus compatriotas.
Es un hecho triste ciertamente que en muchas familias este encuentro no será posible, es el caso de las miles de familias paraguayas que tienen a sus familiares viviendo lejos de la patria. Se trata de los migrantes, aquellos paraguayos y paraguayas que viajaron lejos para intentar encontrar una vida mejor para ellos y sus familias. Para ellos, el mejor homenaje será valorar cada día el esfuerzo que hacen y esperar a que todos alcancen sus metas y que pronto se produzca el reencuentro.
No podemos dejar de recordar, en un día como hoy, a los tres compatriotas secuestrados, cuya ausencia deja un lugar vacío en la mesa navideña. El grupo autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), que opera impunemente en el Norte del país, mantiene secuestrados al suboficial de Policía Edelio Morínigo, considerado como el secuestro más largo de la historia del Paraguay; el ganadero Félix Urbieta y el ex vicepresidente de la República Óscar Denis. Los criminales mantienen su actitud cruel y no brindaron más informaciones a los familiares, quienes, pese a los ruegos y reclamos, los del EPP no aportan más señales, pruebas de vida, ni retomaron negociaciones de rescate. Esperamos que sus familias conserven la fortaleza y la confianza, y que las autoridades superen su incompetencia y no los dejen en el olvido.
Que la Nochebuena y la Navidad traigan a todos los hogares paraguayos paz, alegría y concordia, y que sea propicio el reencuentro de las familias y la sociedad. Ratificando el mensaje del papa Francisco, que no sea solo una cena, sino una verdadera celebración de la esperanza.