06 may. 2025

Presidente debe aprender a no burlarse del pueblo necesitado

La actitud del presidente de la República ante el reclamo de un ciudadano desesperado por ayuda estatal para su hermano internado por Covid, en Villarrica, resultó desatinada, humillante y soberbia. “Yo no soy médico”, respondió. Es verdad, pero es el presidente del país. Tiene una directa responsabilidad en el funcionamiento de la salud pública, así como en la mayoría de los servicios, cuya gestión corresponde al Poder Ejecutivo. Además de su cuestionable gesto de evadir una obligación, ha sido lamentable su falta de empatía en disponerse al menos a escuchar a quien se acercaba a pedirle ayuda, en medio de la desesperación. Ojalá el jefe de Estado aprenda a atender los reclamos y, sobre todo, a no burlarse del pueblo necesitado. Ese mismo pueblo al cual Abdo Benítez debe todos sus esfuerzos.

Lo que iba a ser un acto propagandístico del Gobierno, con la inauguración de mejoras de infraestructura y equipamiento en el Parque Sanitario de la IV Región Sanitaria de Villarrica, con la presencia del presidente de la República, Mario Abdo Benítez, se volvió ayer un bumerán mediático cuando Rubén Oviedo, un humilde taxista guaireño, irrumpió entre gritos y lágrimas a pedir ayuda para su hermano que estaba internado en el lugar, en grave estado por haberse infectado con el Covid-19, reclamando que ya no se les proveía medicamentos ni contaban con dinero para comprarlos.

Lo indignante fue la manera en que el jefe de Estado respondió ante el reclamo del ciudadano. En lugar de escucharlo y buscar alguna forma de responder a sus necesidades, dejó que sus guardaespaldas intenten apartarlo para no incomodarlo durante el acto. Los desesperados gritos del hombre, sin embargo, ya habían atraído la atención de los periodistas y de la mayoría de los asistentes, quienes se mostraron interesados en conocer su historia. Así se supo que un hermano del taxista estaba internado en terapia intensiva por el coronavirus y el centro asistencial no les proveía los medicamentos necesarios.

Cuando los periodistas requirieron al presidente acerca del reclamo, el mandatario ensayó una risa burlona, respondiendo: “No soy médico acá, moopio che aikuaapáta (cómo yo puedo saber todo)”. Acto seguido, le encargó al director de la Cuarta Región Sanitaria, Carlos Barreto, que se encargue del tema y que, si había un costo, él lo iba a cubrir.

La difusión de las imágenes grabadas por la prensa, que permitió conocer de primera mano lo ocurrido, generó mucha indignación en la ciudadanía. La actitud del jefe de Estado ante el reclamo de un ciudadano desesperado por ayuda estatal resultó desatinada, humillante y soberbia. “Yo no soy médico”, respondió. Es verdad, pero es el presidente del país. Tiene una directa responsabilidad en el funcionamiento de la salud pública, así como en la mayoría de los servicios, cuya gestión corresponde al Poder Ejecutivo.

Además de su cuestionable gesto de evadir una obligación, ha sido lamentable su falta de empatía en disponerse al menos a escuchar a un ciudadano que se acercaba a pedirle ayuda, en medio de la desesperación ante la falta de respuesta del Estado. Dejar que sus guardias armados pongan barreras para evitar que lo incomoden y le arruinen su programado acto de inauguración de un parque sanitario demuestran su poca habilidad política, además de la falsedad del acto que estaban protagonizando.

El dramático pedido del taxista era justamente la negación de la imagen que el Gobierno quería reflejar. ¿Cómo hablar del “mejor sistema de salud en el mundo” cuando había allí un caso patente de alguien que no recibía la debida atención por parte del Estado?

Lo que siguió después, proveer los medicamentos que antes dijeron que no tenían, y obligar al taxista a grabar un video de agradecimiento al presidente, resultó aún más humillante. Ojalá el presidente aprenda a escuchar, a atender los reclamos y, sobre todo, a no burlarse del pueblo necesitado.