Majid Khan, de Pakistán, fue sentenciado a 26 años de prisión por el jurado el viernes después de declararse culpable de ayudar a Al Qaida en 2002, según un portavoz de las comisiones militares de Guantánamo.
La sentencia se dictó después de que el jueves hiciera un relato, hasta ahora jamás permitido a nadie, de las atroces torturas a las que fue sometido durante 3 años por interrogadores de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) durante tres años.
Con base en un acuerdo previo de culpabilidad podría ser liberado el año próximo, tras pasar 19 años bajo custodia estadounidense. Khan dijo a la Corte que pasó días encadenado, a veces colgando, sin comida ni ropa, en celdas oscuras con música a todo volumen y guardias rociándolo con agua helada.
En locales secretos de la CIA en países no identificados, fue colocado encapuchado en una tina de agua helada con la cabeza sumergida. “Cada vez que me torturaban, les decía lo que esperaban escuchar. Les mentía para que acabaran los abusos”, dijo en su declaración de 39 páginas divulgada por sus abogados.
Desde que fue capturado en Karachi el 5 de marzo de 2003, Khan dijo a los interrogadores que admitía haber trabajado para Al Qaida y les dio información. Sin embargo, añadió, “cuanto más cooperaba y les contaba, más me torturaban”.
Pasó días encadenado y los interrogadores amenazaban con lastimar a su familia en Estados Unidos y violar a su hermana. Sus anteojos, sin los cuales dice que es casi ciego, se rompieron a comienzos de detención y demoró casi tres años para que le dieran otros.
Pasaba varios días privado de sueño al punto de quedar aturdido. “Recuerdo alucinar, ver una vaca, una lagartija gigantesca. Perdí el sentido de la realidad”, dijo. Lo peor, aseguró, fueron los reiterados enemas y la forzada alimentación anal que lo dejaron permanentemente lastimado.
En un momento, dijo, le introdujeron en el recto una manguera de jardín, aparentemente para rehidratarlo. “Fui violado por médicos de la CIA”, añadió.
Khan, que creció en Pakistán y se mudó a Estados Unidos a los 16 años, cuando asistió a un colegio de Baltimore, dijo que su decisión de apoyar a Al Qaida fue errada. Fue reclutado como colaborador de la red yihadista por algunos familiares cuando estuvo en Pakistán en 2002 para encontrar una mujer para casarse.
En su acuerdo judicial de 2012 admitió ante la corte que participó de un plan para matar al presidente de Pakistán, así como de haber llevado USD 50.000 a aliados indonesios de Al Qaida para financiar la destrucción de un hotel con una bomba, pero señaló que procuró asumir la responsabilidad por sus acciones.
“No soy el joven impresionable, el vulnerable muchacho que era hace 20 años”, dijo el jueves en la corte. “Rechazo a Al Qaida, rechazo al terrorismo”, añadió, a la vez de manifestar que perdona a sus captores y torturadores.
Su testimonio está respaldado por la propia investigación del Senado de Estados Unidos sobre el uso de la tortura por parte de la CIA después de los ataques del 11 de setiembre de 2001. “Las poderosas palabras de Majid revelan atrocidades devastadoras cometidas por nuestro propio Gobierno en nombre de la seguridad nacional”, dijo Katya Jestin, una de sus abogadas.
“El programa de la CIA fue un fracaso y se opone a nuestros principios democráticos y al estado de derecho”, finalizó.