Sin embargo, en Paraguay el Presupuesto no ha podido dar solución a muchos de los problemas que aquejan a la población, reproduce el uso ineficiente e ineficaz de muchos rubros presupuestarios y mantiene privilegios para pocos que tienen efecto negativo en la mayoría.
El contexto macroeconómico está cambiando, por lo que la aprobación del Presupuesto General de la Nación presenta desafíos nuevos. En primer lugar, la ralentización de la economía exige una participación estatal bien definida para garantizar las condiciones económicas que permitan dar previsibilidad a los agentes económicos e impulsar ramas económicas de impacto en el empleo.
La reducción de la pobreza se ralentizó y persisten múltiples desigualdades y la desigualdad económica, en particular, es vergonzosa teniendo en cuenta los años de crecimiento económico. El empleo no mejora y la situación del transporte público, la educación y la salud exasperan cada vez más a la ciudadanía. Estos aspectos son centrales para la calidad de vida.
Estas condiciones no tienen proyecciones de mejora, ya que si bien puede aumentar el presupuesto, no se vislumbran mejoras relevantes en los recursos humanos ni en las compras públicas, menos aún en los modelos de prestación de los servicios. Por ejemplo, aunque aumenten indefinida y sustancialmente los subsidios a los transportistas, no habrá cambios en la calidad del servicio debido a la falta de un sistema planificado adecuadamente, a los conflictos de interés, captura del Estado e incapacidad del sector público de hacer cumplir las normas.
Por otro lado, los bajos niveles de inversión pública en cualquier ámbito hace que sea casi imposible aspirar a buenos servicios públicos. Tampoco hay mucha esperanza de aumento ya que una parte muy importante del presupuesto en 2025 se destinará a pagar deuda de años anteriores.
Habrá que esperar un milagro para que la crisis climática o La Niña no generen problemas serios que requieran de reprogramaciones presupuestarias. Esto significa que será necesario desviar recursos que son prioritarios para la población como los destinados a la salud, al agua y saneamiento o a la vivienda hacia urgencias ya que Paraguay no está previendo recursos suficientes para la adaptación al cambio climático, sobre todo en aquellos ámbitos que afectan la vida cotidiana. Solo basta ver la destrucción de activos –vehículos, viviendas, escuelas– y cultivos de alimentos que generan las tormentas. Las lluvias son solo uno de los fenómenos que afectan al país, los otros son las olas de calor, las sequías y los incendios que se derivan de estas.
Si el corto plazo es problemático, lo es más el largo plazo. La falta de inversión en infraestructura para mejorar la calidad de la energía eléctrica o el transporte público, la ausencia de reformas del sistema educativo, incluyendo a la educación de personas adultas y la falta de políticas laborales y de seguridad social nos condenan a permanecer entre los países de menor nivel de desarrollo y calidad de vida.
Paraguay debe debatir sobre su futuro y aspiraciones, y si acordamos que queremos superar la visión limitada y reduccionista que se centra en el crecimiento económico, debemos tomar decisiones drásticas sobre el presupuesto público, tanto en su contenido como en su estructura y el nivel de gasto.