En Senado, la bancada de Honor Colorado hizo el show. Amagó con rechazar. “Adelanté que no vamos a acompañar la modificación sugerida en Diputados del cupo de combustible y seguro vip”, dijo Basilio Núñez. Era una trampa. El remedio fue peor que la enfermedad: Los senadores, en vez del cupo de combustible, aprobaron un autoaumento salarial de G. 6.000.000 en concepto de gastos de representación, eligiendo un rubro que tendrá mayor impacto en el presupuesto porque convertirán en gastos rígidos, por tanto irreversibles.
Este doble juego también lo hizo el presidente Peña. El lunes manifestó su desacuerdo. “Nosotros recomendamos que no se apruebe ese aumento. Eso está clarísimo, nosotros no estamos acompañando, por eso no está en el presupuesto”. Dos días después, cambió su visión sobre los aumentos (¿hubo orden del comando político?): “Por unos G. 15.000 millones yo no estoy dispuesto a vetar”, minimizó totalmente. El viernes ratificó que dará visto bueno a todo lo que aprobó el Congreso: “Esto no se va a mover”.
Los senadores se asignaron el incremento salarial el mismo día en que en un acto de cobardía evitaron el tratamiento de la pensión de G. 680.000 para discapacitados, un cero menos de lo se adjudicaron. Los colorados se lavaron las manos y permitieron la sanción ficta (automática) y enviaron el presente griego al presidente Santiago Peña para decidir si se otorga o no el subsidio. Los senadores cartistas se opusieron señalando un informe técnico del Ministerio de Economía sobre la falta de recursos financieros para cumplir con la ley y que podría impactar en otros programas. Pero para sus aumentos, no hay problemas presupuestarios.
Con el voto de toda la bancada colorada, los satélites que ya forman parte del bloque cartista (los cuatro liberales expulsados: Amarilla, Alvarenga, López y Cabrera), se sumaron dos sinuosos liberales: Líder Amarilla y Pakova Ledesma, otrora luchador campesino del que apenas queda su sobrenombre.
Ahora ganarán casi 39 millones. Porque se descuenta el apoyo de Diputados.
Además, el presupuesto del Congreso también aumenta para mejorar el salario ya privilegiado de sus funcionarios y para la creación de más cargos.
LA FALACIA. “Somos los parlamentarios que menos ganan en la región”, dicen para justificar lo injustificable. Además de poner de relieve la nula empatía con la situación social, pretenden convencer de que el aumento tendrá poco impacto en el presupuesto global.
Y justamente, este es el punto en cuestión. Ese pretexto es la prueba fehaciente de lo desconectados que están de la realidad del país más desigual de Latinoamérica en lo que se refiere a ingresos y acceso a la tierra. De un plumazo se autoaumentaron dos salarios mínimos.
En Paraguay, la mayoría de los trabajadores están en la informalidad. Según el INE, un 63% de estos no aportan al IPS o no tienen RUC. Y el 75% de los ocupados con ingresos inferiores al salario mínimo son informales. Esos miles de trabajadores que se levantan de madrugada para trasladarse en un humillante transporte público e intentar vender sus productos y volver agotados a la noche son los que con sus impuestos sostienen estos privilegios desvergonzados.
Es cierto lo que dijo un obispo en Caacupé. Que hay ciertos signos de que algo no está funcionando bien. “Cuando yo veo que hay una clase política que lleva una vida principesca y donde son jueces y parte, evidentemente algo no está bien”, reprochó monseñor Gabriel Escobar y enumeró esos privilegios: Altos sueldos, grandes viáticos para viajes, millonarios cupos de combustible, asignaciones especiales, el seguro vip y “ni qué decir de una ley que proteja a los nepobabies”.
Sí, los políticos meten arteramente la mano en el Presupuesto para darse la vida principesca, mientras los mendigos trabajan para sostener a sus verdugos.
NO PUEDO. El presidente Peña admite públicamente su debilidad para confrontar estas situaciones y acepta el chantaje institucional del “no puedo vetar sus privilegios o desmanes legislativos porque ellos apoyan sin debatir mis proyectos de ley”. Lo está diciendo un presidente de la República, cuyo movimiento político tiene la mayoría absoluta en el Congreso y la hegemonía institucional.
Esa mayoría absoluta revela con estas decisiones que este es el plan político y económico que ofrecen. Tan seguros están de su dominio e impunidad que ni siquiera se molestan en disimular.
La mala noticia es que este modelo de abuso de poder continuará y se profundizará si la sociedad no se sacude de su letargo.