17 nov. 2024

Privilegios

El poder discrecional se construye sobre una serie de antivalores que le dan sustento circunstancial pero que a la larga acaban con sus propios diseñadores.

Los privilegios constituyen uno de ellos. Desde “el no sabes con quién te metés” hasta: “Para que mandamos si no podemos abusar” hay una retahíla de actitudes, gestos y comportamientos que pretenden darle legitimidad al poder cuando en realidad lo desgastan y terminan con él. La República surgió como contestación de varias de esas actitudes irritantes, despreciables y generadoras de odio. Se estableció un contrato en forma de Constitución y de normas pero no alcanzaron para evitar las tentaciones de echar mano a los privilegios para otorgarse legitimidad antinatural y antidemocrática.

El país se sacudió en estos días con varios ejemplos de estos privilegios como el hecho de que los funcionarios contratados por los poderes Legislativo y Judicial no tengan que rendir exámenes para su ingreso en el plantilla. Con ello, la discrecionalidad –factor central de la corrupción– se estimula y crea un sector privilegiado frente a sus colegas del sector público. Como también irrita los privilegios de los trabajadores de las represas hidroeléctricas, los empleados de los entes de servicio que pagan menos por el agua, la luz, el cemento o los combustibles. Creen que es absolutamente natural a su condición gozar de estos privilegios como también lo decidido de que luego de haberse sumado salarios con bonificaciones en tiempos de Cartes vuelve a surgir que esto último puede agregarse a los sueldos hasta 11 millones de guaraníes mensuales. 350 mil privilegiados tenemos que nos cuestan más de 4 mil millones de dólares anuales de un presupuesto que debe sostenerse en impuestos y créditos. De esto último, el Ministerio de Hacienda se siente orgulloso que ha podido patear la deuda con unos nuevos créditos a intereses bajos.

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El Estado paraguayo, que no genera un solo guaraní, se ha llenado de privilegiados en todos los sectores frente a una población que apenas sobrevive. Por eso el enojo ante el caso del pastor Abreu y su atención futura en el IPS sin ser asegurado del sistema de seguridad social. Presionado por la opinión pública, la familia aclaró que pagarán los costos de la atención. Pero lo que llevó a una pequeña pero valiente manifestación de asegurados en Acahay fue: ¿Por qué el pastor goza de tales privilegios y ellos carecen de todo? Y eso a pesar de ser parte del aporte de 2 millones de dólares diarios al ente. La gente está cansada de todo esto aunque una pequeña porción considera natural a la forma de ejercer el poder en el Paraguay.

Los que estimulan este modelo deben recordar la toma de la Bastilla francesa en 1789, que básicamente fue en contra de los privilegios de una monarquía que concebía natural a su condición que viviera llena de privilegios mientras el pueblo se moría de hambre. Solo cuando rodaron las cabezas de Luis XVI y María Antonieta por efecto de la guillotina se pudo comprender el odio acumulado por el pueblo a lo largo del tiempo. Nunca creyeron el desprecio que había incubado su comportamiento en los parisinos que se lanzaron a las calles al grito de: Igualdad, libertad y fraternidad.

Un país de privilegios solo puede estar entre los más corruptos de América del Sur como de nuevo lo confirmó Transparencia Internacional. Uno de los factores centrales de esto que echa a perder la libertad son los privilegios irritantes, despreciables y odiosos que aún tenemos en demasía y constituyen factores severos de riesgo de acabar con la democracia. Por el bien de ella, hay que terminar con los privilegios y los privilegiados.

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A continuación, una columna de opinión del hoy director de Última Hora, Arnaldo Alegre, publicada el lunes 2 de agosto de 2004, el día siguiente al incendio del Ycuá Bolaños en el que fallecieron 400 personas en el barrio Trinidad de Asunción.