La asunción de un nuevo gobierno siempre genera expectativa, esperanza, el deseo de mejores condiciones de vida para todos los paraguayos y no para los privilegiados de siempre. La continuidad de la ANR en el poder es un deja vú político.
Hay problemas graves que están en la carpeta, problemas complejos que exigen soluciones complejas, cuyo abordaje superan las visiones simplistas y los atajos autoritarios como parches eternos que ya ni siquiera tienen efecto placebo. Desde el mismo día que asuman el poder, empieza la cuenta regresiva del desgaste natural del poder.
Paraguay tiene muchos rompecabezas, problemas de larga data que son verdaderos retos para los nuevos administradores de la nación.
Pésima educación, desigualdad, salud, inseguridad, crimen organizado son algunos de los “problemas retorcidos” en la agenda urgente del nuevo gobierno y cuya solución requiere no solamente de la mejor inteligencia, recursos, capacidad de gestión, sino de un amplio consenso político y social.
En estos días golpea al país el caso San Gervasio. Un adolescente asesinó a la directora y la tragedia disparó el debate sobre la calidad educativa y sus carencias, especialmente en el área emocional. Las necesidades desbordan porque a lo largo de los años se abandonó a la educación, reduciéndola a un mero proyecto político-administrativo. El MEC es la plataforma de candidaturas presidenciales por su ejército y sus recursos. Los ministros están más preocupados por la política reduciendo su gestión a ecuaciones electoralistas y haciendo creer que la gestión acaba con la entrega de los insuficientes kits escolares. La crisis educativa lleva tiempo, pero hasta el momento no ha habido una conducción política que impulse el necesario salto cualitativo que saque al país de la lista de los peores del mundo.
Está pendiente la designación del ministro o ministra de Educación. Es uno de los cargos clave que demostrará cuál es el compromiso presidencial en esta área. Que no agote su visión en kits escolares o mochilas transparentes para enfrentar una crisis que atraviesa todas las áreas y ponga freno a la ola fundamentalista que busca instaurar la letra escarlata en la sociedad.
GARROTE FÁCIL. La inseguridad, cuyo marco más alarmante es la cooptación del Estado por parte del crimen organizado, es otro nudo complejo a desatar. El caso Erico Galeano, sumado al escándalo del coronel Luis Belotto son nuevas pruebas de la conexión política con el narcotráfico. Un diagnóstico que hace décadas está sobre la mesa de los políticos, quienes se niegan a enfrentar el problema porque les cortaría la generosa canilla que les permite estar en el poder. Santiago Peña eligió al controversial Enrique Riera como ministro del Interior. Un cupo político, pero esencialmente económico, más específicamente para complacer al sector ganadero. Riera mira la realidad y su solución con el espejo retrovisor del autoritarismo. Cree que metiendo por más años a campesinos e indígenas a la cárcel porque cierran rutas solucionará los graves problemas sociales, germen de la indignante desigualdad. ¿Meterá a todos los chespis a la cárcel como solución a la inseguridad? Está por verse cómo aplica su prédica cuando tenga que enfrentar al crimen organizado infiltrado en la política, la policía, la Fiscalía y el Poder Judicial. Cuando el espejo le refleje los rostros de sus amigos y colaboradores como nexos de las mafias. ¿Será tan iracundo y represor con ellos?
CÁNCER. La salud es otro escenario complejo que se debe resolver de fondo porque las medidas parche han llevado a la crítica situación en la que se encuentra. La pandemia del Covid fue una dolorosa experiencia que dejó lecciones que ya no se pueden eludir. Las soluciones están sobre la mesa, pero ningún gobierno se atreve a tomar las decisiones porque son demasiados los intereses en juego. La salud junto a las obras viales son la mayor fuente de financiamiento estatal del sector privado, que su vez aporta a las campañas electorales para mantener las cosas como están.
El tema no se acaba con el diagnóstico de las diferentes crisis, sino con la propuesta de solución y las percepciones que se tiene a la hora de abordar el problema.
Ya no hay problemas simples, sino graves problemas complejos que necesitan de un Estado que funcione como maquinaria transversal para resolver la larga lista de pendientes.
El nuevo gobierno asume el 15 de agosto. Santiago Peña no solo tiene el desafío del poder bicéfalo, del que rendirá examen por cada acto que decida. Por las designaciones para el gabinete se sabrá si quiere una administración con soluciones simples para no levantar avisperos y mantener las cosas como están beneficiando a los privilegiados de siempre (como lo demostró con Interior), y que solo empeorará el problema; o se animará a tomar el toro por las astas tanteando soluciones complejas a los problemas perversos para lo cual hacen falta coraje para enfrentar el drama; inteligencia para elegir a las personas correctas que lo acompañarán en este camino; confianza de la ciudadanía, e independencia política.