En la columna anterior se había hecho hincapié en la importancia de cómo proceder en la obtención de conocimientos para destacar la diferencia fundamental entre lo precientífico y lo científico, especialmente cuando se trata del abordaje a temas ultracomplejos de candente actualidad. En esa primera entrega se hizo una lista de ellos por ser difíciles de entender y se advirtió sobre la necesidad de que no sean sometidos a campañas electorales. Estas generalmente son opuestas al conocimiento técnico y científico porque ponen énfasis con vehemencia en el voto de los electores, quienes no están en condiciones de abordar con propiedad tales planteamientos entre lo bueno y lo malo en las ciencias. DETECTAR ERRORES. Se había destacado el clásico método del austriaco Karl Popper: Nuestro conocimiento aumenta mediante ensayos de contrastación (comparar teorías para verificar cuál describe mejor la realidad), a fin de lograr la comprobación de su refutabilidad y la eliminación de errores o su reducción a su más mínima expresión. En palabras suyas, la principal diferencia entre el conocimiento precientífico y el científico reside en que con este último buscamos conscientemente nuestros errores. La adopción consciente del método crítico así definido resulta ser el principal instrumento del crecimiento académico e intelectual. Este método crítico, aunque debe usar contrastaciones siempre que sean posibles, y preferiblemente las contrastaciones prácticas, puede ser generalizado en lo que Popper describió como actitud crítica o racional. Se ha hecho referencia en la columna anterior a Fernando Molini Fernández, investigador de las ciencias. Su afirmación contundente al respecto es que hay que proponer hipótesis audaces y exponerlas a las más severas críticas en orden a detectar dónde estamos equivocados. Es lo que se conoce como falsacionismo o falsabilidad, es decir que el conocimiento adquirido puede ser refutado.
ESCUELA DE FRANKFURT. Prosiguiendo con esta concatenación de pasos a dar hacia el conocimiento técnico-científico es recomendable remontarse a la Escuela de Fráncfort que enarbola la teoría crítica de la sociedad. Fue uno de los movimientos intelectuales más influyentes del siglo XX en el mundo occidental. Creada por varios pensadores, entre los que se destacaron Max Horkheimer, Theodor Adorno, Herbert Marcuse y Jürgen Habermas. Su objetivo fue y sigue siendo analizar los fenómenos interdisciplinarios presentes en la realidad. Ella da origen a la “disputa del positivismo” y se refiere a una controversia sobre el método que debe seguirse en las ciencias sociales. Ese método enfrenta a filósofos como el mencionado Popper, defensor del racionalismo crítico, y los mencionados representantes de la Escuela de Fráncfort. La polémica está en estrecha relación con la distinción entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu, así como la conveniencia o no de una distinción metodológica entre las primeras y las segundas. Karl Popper es defensor de la unidad metodológica y en ambos casos defiende el falsacionismo, analizado arriba, como el rasgo característico del enunciado científico. No es el caso de los líderes de la Escuela de Fráncfort, que consideran la sociedad como una totalidad contradictoria, con elementos racionales e irracionales y reclaman el método dialéctico como el adecuado a su estudio. En mi opinión, el procedimiento más fructífero es recurrir a ambas escuelas de pensamiento.
ESFUERZOS INCIPIENTES EN LATITUDES MERIDIONALES. En ese tan sinuoso como atractivo camino hacia la propedéutica elemental en materia de conocimientos precientíficos y científicos, lo expuesto hasta aquí es apenas una piedrecita en el enorme mosaico de opciones posibles. Dentro de este contexto, lo que estamos haciendo en América Latina y el Caribe (ALC), en general, y en Paraguay, en particular, es dar los primeros pasos en esa dirección. Sin desconocer las buenas intenciones, es apenas un esfuerzo inicial. Porque la pretendida reducción de errores en esos planteamientos en pos de contrastaciones, falsaciones, refutaciones y sus eventuales confirmaciones en veracidad comprobable tanto en el racionalismo crítico como en la Escuela de Fráncfort es en ALC apenas un desiderátum de difícil consecución por la falta de suficiente experiencia acumulada en estos menesteres.