Las autoridades económicas del BCP y del Ministerio de Economía estiman buenos resultados para este 2025. Las proyecciones indican un crecimiento del producto interno bruto del 3,8% y una inflación del 3,7%. Estos dos indicadores son alentadores macroeconómicos que tienen el desafío de trasladar sus beneficios a la población en general. Las políticas deben atender de manera prioritaria la inflación de alimentos y la calidad del empleo, ya que estas son dos vías directas de vinculación entre el desempeño macro y el micro.
Los principales riesgos a los que se enfrenta la proyección son una moderación del crecimiento mundial mayor de la esperada, debido a un recrudecimiento de la fragmentación geopolítica; un ritmo más lento que el anticipado en la rebaja de tasas en los Estados Unidos, que podría traducirse en presiones sobre el tipo de cambio, y menores precipitaciones asociadas al fenómeno climático de La Niña, que podrían afectar negativamente tanto la generación de energía eléctrica como el rendimiento de la producción agrícola.
El Fondo Monetario Internacional (FMI), por su lado, destaca la estabilidad macroeconómica y su rol en el crecimiento; sin embargo, también llama la atención sobre los riesgos de shocks recurrentes, las grandes necesidades de desarrollo e infraestructura y los posibles pasivos contingentes. Por eso, recomienda realizar las reformas necesarias para impulsar los ingresos fiscales y la eficiencia del gasto público, mejorar la gobernanza y reducir los riesgos de corrupción y mejorar el clima empresarial para alentar la inversión verde deberían ayudar a lograr un crecimiento sostenible e inclusivo.
Los riesgos del fenómeno de la Niña, cuyo inicio se dio a fines del año 2024 y que continuará por lo menos hasta marzo de 2025, son relativamente bajos; no obstante, podría afectar a la economía. Varias fuentes de información señalan que la probabilidad de afectación es de alrededor del 60%, siendo la sequía y las olas de calor las principales manifestaciones.
La sequía podría afectar la producción agropecuaria, así como a las vías fluviales, lo cual aumentaría los costos y reduciría los rendimientos promedio.
Una buena noticia es la estimación del nivel de inflación por parte del Banco Central del Paraguay al 3,7% que implica un nivel levemente mejor con respecto al 2024.
De todos modos, este es un promedio general, ya que para los rubros que más siente la población como son los de alimentación o movilidad, estos promedios son superiores.
Nuestras autoridades económicas estiman buenos resultados para 2025. Sin embargo, los buenos resultados macroeconómicos en Paraguay no siempre van de la mano con mejores condiciones económicas para las familias, lo que debería preocupar a las autoridades, ya que los indicadores agregados en un contexto de gran desigualdad económica invisibilizan la situación real de bienestar.
El mismo nivel de preocupación gubernamental por la estabilidad macroeconómica debe reproducirse también para la microeconomía. Las familias paraguayas viven en un constante y elevado nivel de inestabilidad económica. Ingresos laborales bajos, sin mecanismos de protección social de calidad, sistemas de salud y educación que no contribuyen a la acumulación de capital humano y con costos que generan gastos de bolsillo y en algunos casos empobrecimiento.
Las buenas proyecciones económicas no deberían limitarse a unos pocos indicadores que no muestran la realidad de las personas y que además pueden estar sesgados por las desigualdades. Al seguimiento de los indicadores macroeconómicos hay que agregarle indicadores micro que muestren de que manera la estabilidad macro se traduce en mejoras en la calidad de vida.