En medio del bullicio y de cuadras atestadas de gente y todo tipo de mercaderías, la Escuela Casa Básica 2727, Casa Amparo al Niño del Mercado 4, en Asunción, se transforma una vez a la semana en escenario de simulacros, clases sobre incendios o de prevención de accidentes.
Crayones, una máquina de humo cedida a préstamo por unas horas y folletos donados por alguna entidad han servido para cristalizar el Proyecto de Formación de Líderes en Prevención.
La idea es capacitar “a chicos de distintas edades y de distintos niveles escolares en una malla curricular que gira en torno a la prevención de incendios”, de accidentes, gestión de riesgos y liderazgo, dijo a Efe el jefe de la Dirección de Prevención de Incendios de la Municipalidad de Asunción, Alejandro Buzó.
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La iniciativa, que reúne desde finales del año pasado a niños de entre 5 y 12 años, está inspirada en el modelo de enseñanza japonés que, a juicio de este funcionario, abarca “todos los niveles” para la construcción de un ciudadano.
Surgió igualmente del recuerdo de la tragedia del supermercado Ycuá Bolaños.
En ese supermercado asunceno murieron, el 1 de agosto de 2004, un total de 364 personas a causa de un incendio que Buzó, un abogado y desde hace 20 años bombero voluntario, considera marcó un antes y un después para quienes —como él— acudieron a atender la emergencia.
Semillero de prevención
La escuela, que funciona en un viejo edificio de la municipalidad donde han sido reformados los pisos superiores para albergar a los estudiantes, es un sitio de particular importancia, ya que está en el corazón de un mercado amenazado por incendios y otros riesgos.
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Esta zona comercial, que Buzó describe como una de las más grandes e importantes del país por su significación simbólica y cultural, alberga enormes comercios e innumerables kioscos precarios.
“Es una comunidad comercial, en donde vive incluso muchísima gente, acá tienen su puestito y tienen su cama”, relató.
Justo en este mercado, la Dirección de Prevención comenzó en 2020 un programa con los comerciantes y sus directivas para reducir el riesgo de incendios.
Con la enseñanza a los pequeños, muchos de ellos hijos de los vendedores, Buzó considera se cierra “el círculo virtuoso”, ya que los niños, al aprender nuevas cosas, pueden “incidir en sus casas”.
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El proyecto busca además que sus contenidos sean reforzados durante las clases en la escuela. Así, la sesión sobre cómo se forma el fuego puede ser ampliada en la cátedra de ciencias.
Cambio social
También los útiles escolares han servido para un doble propósito: los crayones, por ejemplo, son la herramienta más económica y divertida para que los más pequeños se familiaricen con los extintores, así como con las letras y algunas palabras.
Cumplida esta primera fase, Buzó espera que los niños ya capacitados y certificados puedan ser formadores de sus compañeros, al tiempo que proyecta la incorporación de nuevos estudiantes.
Sin embargo, su principal objetivo es generar un cambio social.
“Estos niños más pequeños van a ser preadolescentes con un conocimiento y un comportamiento totalmente diferente frente a situaciones que nos interpelan”, afirmó Buzó.
Confió en que serán “chicos que no van a subir probablemente a su hermanito o a sus hijos” en una moto, uno de los medios de transporte que más accidentes causa en el país.
Tampoco jugarán con fuego o usarán pirotecnia, entendiendo, según él, el daño que pueden producirse a sí mismos, a terceros, a animales o al medioambiente.