22 feb. 2025

Pueblo de Israel, ninguna sorpresa

Se ha fundado un nuevo grupo criminal denominado Pueblo de Israel, integrado por ex miembros del Clan Rotela y desertores del Primer Comando da Capital (PCC). Su líder es Juan Javier Rodas, alias Picholi, un traficante enemistado con Armando Rotela y alojado desde 2023 en la Penitenciaría de San Pedro de Ycuamandyyú. Allí, unos 150 soldados habrían sido “bautizados”, aunque existirían células en otros penales del país.

Podría sonar extraño el nombre elegido por la banda delictiva. Sin embargo, en Río de Janeiro no llamaría la atención de nadie, pues se ha vuelto común que los paquetes de cocaína y marihuana confiscados estén marcados con la estrella de David. No porque los narcos profesen la fe judía, sino por algo un poco más complicado. Refleja la creencia de ciertos cristianos pentecostales radicales de que el regreso de los judíos a Israel conducirá a la segunda venida de Cristo.

En las favelas cariocas se expandió exitosamente una curiosa mezcla de religiosidad y crimen, a partir de ex convictos devenidos en pastores evangélicos en la cárcel y con gran presencia en el sistema penitenciario. Más del 80% de las organizaciones religiosas que ejecutan programas sociales en las prisiones son evangélicas

El discurso de guerra religiosa aportó elementos a la guerra del poder en el narcotráfico. Una vez en libertad, y en un territorio de confrontación armada, el narco asume un discurso radical e inquisidor, cuyas primeras víctimas fueron las que profesan otras religiones. La persecución a templos de umbanda y candomblé, las dos principales religiones afrodescendientes de Brasil, así como a curas católicos que cumplían acción social en las favelas de Río, es cada vez mayor.

En el conjunto de cinco enormes barrios denominado “Complejo de Israel” reina una organización de traficantes muy poderosa, el Tercer Comando Puro (TCP), fervorosamente evangélico y con gran influencia en las prisiones. Los templos de las favelas pueden ser lugares excelentes para el lavado de los billetes narcos.

En regiones urbanas pobres la presencia de la Iglesia Católica se resintió por no poder formar sacerdotes en cantidad suficiente para atender el crecimiento poblacional. En cambio, el protestantismo neopentecostal, con menor tiempo de formación y menos formalidades para producir pastores, fue ocupando gradualmente ese vacío.

Es, pues, una curiosa teología de dominio, en la que se manipula la idea de que Dios es el “dueño” del territorio controlado por el grupo, que dice tener la vocación de actuar en nombre de Él. Esta tensión se extiende a la política, pues el poder también requiere del control del voto. Y aquí aparece otro elemento de esta conjunción entre la religión y el narcotráfico: La ideología.

La alianza entre narcos y evangélicos fue muy bien capitalizada por la extrema derecha que adivinó que, en esa asociación en la que campean la irracionalidad y el negocio, podría encontrar un buen nicho electoral.

La vinculación de los bolsonaristas, los narcos y los evangélicos brasileños con nuestro país ha sido siempre estrecha. El profeta José, aquel desquiciado pastor de Lambaré que expulsaba demonios y anunciaba la muerte de periodistas, hablaba desde un escenario que tenía de fondo a la bandera de Israel. Algo parecido pasaba en la Iglesia del Avivamiento, de José Insfrán, el pastor evangélico de Curuguaty, preso en el Operativo A ultranza.

El columnista de este diario, Blas Brítez, definió como regocijo narcopentecostal a las conexiones que existen entre la práctica política esencialmente colorada, las corporaciones religiosas transnacionales y cristianas y el negocio siempre fértil de la fe, que fácilmente deviene en éxtasis fascista. Una nueva trilogía emerge en el horizonte: Iglesia, partido y narconegocio.

El tema es complejo, pero ¿no le empieza ahora a parecer menos exótico que un nuevo grupo criminal, fundado en una cárcel paraguaya, elija llamarse Pueblo de Israel?

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Carolina Cuenca