12 jul. 2025

Pueblo

Benjamín Fernández Bogado – www.benjaminfernandezbogado.wordpress.com

BENJAMIN OPINIÓN_26563313.jpg

Cada país tiene el gobierno que se le parece es una verdad parcial.

Si tuviéramos una ciudadanía con educación en valores quizás podríamos asentir con esta afirmación fatalista, pero cuando vivimos con millones de compatriotas que sobreviven con 10.000 guaraníes diarios y con una pésima instrucción la frase choca contra la realidad y contrasta con sus líderes ricos.

Embed

Tenemos los gobernantes que pueden salir en medio de vendedores compulsivos de votos que pretendidamente engañan afirmando que el pueblo es quien les ha elegido varias veces para cargos relevantes.

icono whatsappRecibí las noticias en tu celular, unite al canal de ÚH en WhatsApp

En realidad, han comprado su voluntad y el ciudadano se sabe engañado pero no tiene capacidad para rechazar la oferta-demanda que genera vivir en la periferia de la supervivencia.

En estos días se fue el diputado Portillo que al igual que otros representantes del Alto Paraná muestran la distancia que existe entre elegir bien y haber sido comprado para colocarlo en algún cargo público de relevancia. Y conste que no estamos hablando del departamento más pobre y menos educado del país. Es probable también que ellos representen –los electos– los antivalores sobre los cuales han construido un emporio de transacciones que incluye todo tipo de productos y de personas.

Portillo, Kelembu, “los sombreritos”, Zulma Gómez o el clan Zacarías representan a un sector de la sociedad paraguaya como muchos otros similares de otras regiones. Están convencidos de que ser legislador o presidente representa solo espacios de negocios, y baño de vanidades. No esperemos más que eso. Eso es todo lo que son. Ellos se creen la mayoría y actúan en consecuencia.

La democracia no puede limitarles las posibilidades de representar a un pueblo hambriento e ignorante para quien no tienen la más mínima intención de hacerlos escapar de dicha realidad. Son quienes los promueven, los sostienen y lucran de ellos. Viven de su miseria y en la medida que más sufran más dóciles se vuelven.

La pobreza del Paraguay a 210 años de su independencia es fundamentalmente ética y moral.

Los que saben lo que tiene que hacerse para salir de esa situación no son votados por quienes deberían ser sujetos de su acción.

No los quieren porque han amarrado su destino a un sistema democrático que se regodea en una fórmula que solo puede generar mayor desgracia para el país. El pobre material es comprado por el pobre ético.

Cambiar esta lógica requiere saber las consecuencias de esta realidad.

Un país que tiene todas las posibilidades de emerger hacia una condición diferente escoge mal porque los que plebiscitan su nombre para ser elegidos dicen representar la mayoría que se ve reflejada en su forma de ser y de actuar.

Además, el pueblo se acostumbró y no le gusta la gente de honor ni de valor, o sino que lo diga Waldino Lovera en el Partido Colorado. Es un terrible círculo vicioso.

Lo que el pueblo debe entender que si continúa creyendo que esto es “así nomás” lo pasará cada vez peor si no logra comprender que los causantes y promotores de su desgracia son quienes los alquilan en público y los desprecian en privado.

Son los jinetes del apocalipsis que hoy deambulan por hospitales desabastecidos y sin recursos. Habitan en las escuelas abandonadas, sin mística ni recursos.

El pueblo con que los malparidos se llenan la boca debe despertarse y buscar a quienes se parezcan a sus virtudes y no aquellos que lucran de sus defectos.