Ya siendo adolescente, realizaba pinturas sobre cartulinas para venderlas. Luego de trabajar en el área de publicidad, fue ganándose su espacio de manera independiente.
La cuarentena le pegó fuerte y tuvo que empeñar la mayoría de sus bienes. Pero su suerte cambió. “Un día, una señora quería un mural. Ella alzó un video en las redes y en poco tiempo tenía más de 20.000 me gusta. Allí empezó la gente a conocerme y a pedir mis trabajos”, relata con entusiasmo Óscar.
El artista, que también trabaja en lienzo, comenta que puede pintar “de todo”, pero que prefiere los paisajes del campo de Paraguay.
“Me encanta el rock, es espectacular, y puedo pintar a Freddie Mercury, y ya lo hice, pero me encanta mucho más el folclore. Estoy orgulloso de ser paraguayo, por eso pinto estas cosas. Me gustan los paisajes típicos de nuestra campiña de antes; los lapachos, carreta campesina, la señora con el mortero. Ese siempre fue mi mundo. Aquí está mi lugar y la gente está enamorada de mi trabajo. Es sacrificado, paso horas bajo el sol, pero me gusta”, afirma.
Las creaciones de Óscar son muy solicitadas, mientras asegura que los modelos “los tiene en su cabeza”.
“He sufrido mucho, hasta un plato de comida me negaron; se me cerraron muchas puertas y ahora Dios me está recompensando. Él me dio este talento, que me sale por todos lados. En mi mente hay como 5.000 fotografías del Paraguay y no puedo pillar cómo sale”, dice.
Óscar afirma que para él lo importante es mantener la sencillez y humildad en este momento que le toca vivir.
“Ahora mucha gente me conoce y me saluda. En mi zona me dicen ‘aquí llega Da Vinci’, pero yo soy el mismo de siempre, porque todos somos iguales ante Dios y nadie llevará nada cuando muera. Ahora tengo más ingresos, pero no importa cuánto dinero gane, yo sigo pintando con zapatillas. Quiero ser humilde, nunca le pedí a Dios ser grande, solo poder trabajar y ser feliz. Antes estaba lleno de necesidades y apenas vivía. Ahora eso cambió”, remarca.
“Quisiera enseñar a los jóvenes”
Óscar Rojas es artista empírico y tiene un sueño: transmitir sus conocimientos y experiencias a los jóvenes que buscan aprovechar su talento. “Si alguna vez se me da la oportunidad quisiera poder enseñar a los jóvenes, por ejemplo, a través de la Municipalidad o de otra institución. Muchas veces lo propuse, pero los políticos no te hacen caso. Hoy en día, los muchachos no bajan su celular de la mano y si querés dedicarte a esto tenés que trabajar 90 por ciento de tu tiempo, y 10 por ciento ver tu celular; ahora, sin embargo, es al revés”, comenta.