Cómo no entenderle a Mario Abdo, ya que a nuestras autoridades les encanta inaugurar; desatar la cintita frente a una casita minúscula, en un barrio de casitas minúsculas, todas iguales, en un barrio ubicado en la loma del poroto sin servicios ni transporte público. Adoran inaugurar rutas, puentes, pasos a desnivel, viaductos, etc., pero sobre todo les gusta salir en la foto con esa cara de ‘miren lo que hice’.
Es un poco patético que los ciudadanos les permitamos adjudicarse tanto mérito, después de todo lo hacen con el dinero del Presupuesto de Gastos de la Nación, que es dinero de nuestros impuestos, o de algún crédito que pagarán esos paraguayos que quizá aún ni siquiera han nacido.
Les pagamos muchísimo por hacer un trabajo para el cual fueron electos después de habernos hecho cientos de promesas, y cuando asfaltan media cuadra actúan como si hubieran realizado una hazaña histórica.
Volviendo al famoso Puente Chaco’i, debo señalar algo que, probablemente la señora lectora haya notado, en nuestro país se inauguran a diario diverso tipo de obras, pero nunca inauguran bibliotecas. Bibliotecas nunca, jamás de los jamases. De hecho, a nuestra clase política se la ve en redes sociales, o en concentraciones políticas con el pañuelo al cuello diciendo barbaridades, o reunidos en el quincho, pero nunca, ni por accidente, los vemos agarrando un libro.
Pensé en eso en estos días en que todo el mundo se puso a criticar a una diputada que apenas podía leer un texto. Sabemos que las redes sociales son espacios bastante tóxicos, pero igual me llamó la atención la proporción del escrache.
Puede que la señora esta sea guaraní hablante, y en guaraní se exprese mejor, lo cual sucede con gran parte de la población; o puede que tenga una limitada formación académica, también como una gran parte de la población.
Ciertamente de un parlamentario se espera erudición, que pueda expresarse correctamente, ya que después de todo deben hacer un montón de cosas muy importantes para la República. Pero la diputada en cuestión no es la única, de hecho son demasiados, y eso es preocupante, ya que nos hemos concentrado en cómo hablan, pero no en cómo votan. Eso es lo verdaderamente terrible de esta cuestión.
Creo, por otra parte, que no se están distribuyendo correctamente las culpas y las responsabilidades, y en eso hay un poco de hipocresía.
La gente se burla o se escandaliza, pero olvida que este país permitió que estos se convirtieran en representantes del pueblo, porque eso es un diputado y un senador. Chaqueñito, Mbururu, el senador que ocupa la presidencia del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados que durante su campaña electoral había usado la misma avioneta que un narco, o aquella senadora del partido de Paraguayo Cubas que dijo: “No tengo que aclarar nada al puto pueblo”, todos ellos llegaron a donde están ahora con los votos de la gente. No digo que haya que resignarse, al contrario, hay que empezar a analizar cómo llegamos a esto. Después de todo, estos diputados y senadores probablemente no nos representen a todos, pero sí representan las décadas de abandono de la educación.
Representan más de 70 años de gobiernos colorados con el resultado de escuelas que se caen a pedazos, igual que la educación paraguaya, donde 8 de cada 10 estudiantes no comprenden lo que leen; donde 457.844 niños y adolescentes entre los 5 y 17 años están excluidos del sistema educativo. Somos el país que menos invierte en educación, un país desigual donde solo quien tiene dinero puede acceder a una educación de calidad, donde no se inauguran bibliotecas, porque de eso se trata después de todo, si no leemos libros y no entendemos lo que leemos, seguiremos votando por ellos.