El Imperio Romano, uno de los más importantes de la historia de la humanidad, alcanzó una cima en la civilización al conquistar vastos territorios gracias a un poder político y militar ejemplar que duró siglos, con una merecida herencia en el derecho, la arquitectura, la ingeniería, el idioma y otras áreas del saber.
Buena parte de la cultura romana se reflejó en colosales obras viales y civiles repartidas por la Europa actual y parte de Oriente Medio, legando históricas vías que conectaron amplias regiones, además de construir sus famosos acueductos y puentes, o sus legendarios arcos del triunfo. Fueron los primeros en encarar obras públicas de gran envergadura, hoy estudiadas por arquitectos e ingenieros. Se clasifican como verdaderas joyas de la arquitectura y son patrimonio de la humanidad, según la Unesco.
Varios puentes romanos siguen hasta hoy en pie, mientras otros en ruinas atestiguan su pasado glorioso. Los arcos, desagües y sistemas hidráulicos aún cautivan a los expertos, más aún si se considera que 1.500 a 2.000 años atrás no existía la tecnología de tractores ni de grúas motorizadas, sin mencionar otras herramientas de la modernidad para erigir monumentales estructuras.
Lastimosamente, pareciera ser que los ingenieros paraguayos no heredaron esas cualidades romanas para emular semejantes proezas, dignas de la posteridad. Estos malos alumnos de los romanos dejaron entrever que no aprendieron nada.
La prensa local fue testigo, a través de imágenes elocuentes, de la pésima calidad de los puentes en Paraguay, dañados con fisuras causadas por la erosión y el agua de las intensas lluvias dadas en los últimos días.
El caso más ejemplar, que desató la indignación y burla ciudadana, es el caso de un puente (que no llega ni a los 30 metros de extensión) sobre la ruta Aguaity-Tobatí (Departamento de Cordillera), a la altura del kilómetro 9. Pese a ser habilitado con bombos y platillos el 11 de enero pasado por el presidente de la República, aún no cumplió un mes de su inauguración y ya quedó hecho pedazos, digno de un profesional que no pasó la materia de ingeniería romana. Tras el escándalo del irrisorio desplome, el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) se ufanó de una burda reparación, considerando que el puente fue parte de un proyecto que costó cerca de USD 10 millones. De este dato, podría deducirse que lo monetario sobró, pero sí faltó ese toque e ingenio romano.
Asimismo, hay consultorías e informes valiosos dentro del mismo MOPC que recomiendan implementar propuestas que demanden mejores soluciones, pero siguen olvidados y encajonados.
Me atrevería a decir que la firma Albano SA y la alemana HochTief (que algo de los romanos heredaron) nos legaron una envidiable construcción de hormigón armado sobre el río Tebicuary, el inolvidable puente de Villa Florida, que sigue imperturbable desde 1968.
Con todo esto, se nota que la planificación aquí se hace de cualquier modo, olvidando la genialidad romana. No es posible que en las licitaciones, el MOPC siga delegando “diseño” y “ejecución” del proyecto juntos. El mismo ministro de Obras argumentó que licitar “diseño” y “ejecución” en un solo paquete abrevia tiempo en los procesos. En esa línea, el proveedor también ahorra costos –como cualquier empresa que busca el lucro– a la hora de diseñar un proyecto que lo implementará a su gusto. Y los resultados están a la vista.
El hundimiento de calzadas y la caída de puentes no son episodios de ahora. Son una constante que se repite con más intensidad en la última década y revelan no solo la ineficiencia de las contratistas, sino algo más grave: la falta de planificación y negligencia al encarar obras públicas duraderas desde el MOPC. Hasta voy creyendo que las rudimentarias palas de los romanos serían más eficientes que las cabezas de ese ministerio. E, incluso, me gustaría resucitar a algún ingeniero romano para que trabaje y colabore con el MOPC.