No se cumplen aún dos meses del día que decidió renunciar a su intención de candidatarse para apoyar a Miguel Prieto, con quien, según dijo, venía conversando sobre un proyecto de juntar sus partidos. Ahora, un enojado Payo expresa en el video: “Lo apoyé, pero ni un puto mensaje de agradecimiento recibí del idiota de Prieto. ¿Qué lo que se cree, la luz del universo?”.
Lo que, en verdad, motivó su cólera fue el hecho de que el intendente esteño sumó a sus filas al senador José Oviedo, a quien Payo había expulsado de Cruzada Nacional. La relación entre estos últimos se había vuelto agria desde que Oviedo cuestionara el supuesto manejo discrecional de los considerables fondos provenientes del subsidio electoral.
Sin embargo, lo más llamativo del mensaje emitido en redes sociales no fue su cambio de postura con respecto a Prieto, sino su embestida contra el resto de la oposición, a la que acusó de estar sometida a Cartes y Peña. En su catarata de descalificaciones fueron incluidos Celeste Amarilla, Nakayama, Rafael Filizzola (“delincuente y asaltante de helicópteros”), Esperanza Martínez (“que devuelva los medicamentos vencidos”), así como Patria Querida y Encuentro Nacional.
Bien, Payo no cuenta con ellos. Pero, entonces, ¿qué le queda? Él tiene una enfática respuesta: “Con Cruzada Nacional y lo que nos resta de parlamentarios, Yolanda Paredes, les vamos a mostrar el camino al pueblo paraguayo”. Se refería a la increíble legión de tránsfugas propuestos como candidatos a diputados y senadores de su partido.
En realidad, todavía podría buscar una alianza con amplios sectores del liberalismo no impugnados en el video. Descartados aquellos totalmente vendidos al cartismo como Dionisio Amarilla, Noelia Cabrera y unos cuantos impresentables más, quedan los grandes grupos liderados por Ricardo Estigarribia y Hugo Fleitas, por ejemplo. A propósito, ambos, al estilo de los liberales de la época de Stroessner, están dirimiendo su dominio político en la esfera judicial.
Pero no, Payo eligió acercarse a Efraín Alegre, alguien alejado de la escena política desde su tercera derrota electoral y, probablemente, desinteresado en volver a intentarlo. Como disfrutando de su itinerario de contradicciones e inconsistencias, Payo dejó con la boca abierta a todos, pues el año pasado se había negado a sellar una alianza con la Concertación “porque ese es un equipo perdedor”.
Los referentes opositores le contestaron en tono áspero. “Cubas no discute políticas, solo descalifica”, dijeron unos. Es, como antes, “un elemento del cartismo para dividir a la oposición”, afirmaron otros. Kattya González no lo quiere en este espacio, pues “los inescrupulosos deben estar afuera”. Desde la izquierda, Payo tampoco resulta confiable. El ex senador Hugo Richer lo considera “un puente roto” por sus cambios constantes de postura y su discurso, lleno de insultos y pocas ideas serias.
Bien, ellos no cuentan con Payo. Pero ¿cómo dejarlo de lado, si obtuvo 700.000 votos? Es autoritario, incoherente y poco previsible, pero es la única cabeza visible de esa enigmática tercera fuerza política del Paraguay. Podría suponerse que, con el fraude ciudadano descomunal cometido por los marginales a los que convirtió en parlamentarios y que se pasaron al cartismo, su prestigio ya no sea el mismo.
Quizás hoy, Paraguayo Cubas ya no tenga el mismo respaldo popular. Pero ¿se anima usted a asegurar esto? Los sociólogos y analistas políticos no se ponen de acuerdo sobre las reales causas de su éxito electoral. He ahí un, por ahora, insoluble problema opositor: ¿Qué hacer con Payo? Como sostuvo Celeste Amarilla, el problema no es Payo, son sus votantes. Si entenderlo a él es difícil, interpretar las motivaciones del elector que lo apoyó, es aún más complicado.