Esta pregunta me quedó picando estos días, al enterarnos sobre las licitaciones amañadas en el caso Covid. ¿De dónde nos viene a los paraguayos esta marca indeleble, casi como un estigma, que no solo nos queda pegado, sino que forma parte de nuestra cultura nacional?
Podríamos culpar a los que gobernaron en tiempos de la Dictadura. Ese fue un tiempo sin transparencia y era muy fácil ver crecer la fortuna de los que ejercían el poder. Sabíamos que los gobernantes y sus allegados llenaban sus bolsillos con dinero que no les pertenecía. El Paraguay era de ellos y hacían lo que querían con su primacía absoluta.
Recuerdo que se decía que lo recaudado en los puestos de peaje del país, iba directamente a sus bolsillos. Estas y muchas historias llegaban de alguna manera al pueblo y eran parte de la gran cantidad de trampas y negocios que se les atribuían, aumentado día a día su fortuna inimaginable.
Creemos que dimos vuelta esa página de los antipatriotas que nos gobernaron, pero lo más grave es que esa cultura quedó como una herencia maldita en el corazón de nuestro pueblo, incluidos también el Gobierno y el Sector Empresarial.

Es clarísima esta definición de Federico Silva (Ferrere): “La corrupción es un fenómeno complejo, multicausal y multidimensional que distorsiona la asignación de recursos, socava la legitimidad de las instituciones, erosiona la calidad de vida de las personas y destruye la confianza pública. Por ende, hay que abordarla con una óptica integral que abarque políticas preventivas y punitivas para los sectores público y privado”.
Jesús nos dice: Que tu sí, sea sí y tu no, sea no. Y también: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Ambas frases son un llamado a ser auténticos, justos y transparentes.
Libertad, serenidad y paz se nos regala cuando así actuamos porque la “verdad nos hace libres” y nos vamos a la cama sin angustias ni miedos, por hacer lo correcto, lo que agrada al Señor, y lo que quiero dejar en herencia a los míos.