Celebrar la Navidad en el Paraguay supone seguir compartiendo una serie de tradiciones y ceremonias que están arraigadas en nuestra cultura, y son elementos que le conceden un especial encanto a este tiempo. Es un todo que incluye los sabores conocidos como la sopa paraguaya, el clericó, el pesebre armado en un jardín donde se reúne la familia, y donde a veces todavía pasan los vecinos de visita.
En estos días, hemos sido testigos de conmovedores momentos de reencuentro de familias enteras en el aeropuerto. Son miles los paraguayos y las paraguayas que migraron en busca de una vida mejor, quienes hoy regresan precisamente para vivir esta festividad en familia para compartir abrazos con sus padres o con sus hijos; así también para el reencuentro con los amigos, compartir rondas de tereré bajo un árbol de mango con el sonido de las cigarras como música de ambiente. Revivir estos ritos es necesario para seguir conectados con los afectos porque es eso lo que nos sostiene en el día a día y nos fortalece.
Para los cristianos es una festividad que celebra el nacimiento de Jesucristo, de ahí que la Navidad esté asociada con la esperanza. Por eso, es importante rescatar el dicho popular “A más que ivai, iporã aguî”, “Cuanto más fea la situación más próxima la solución.
Es oportuna esta actitud cuando vivimos momentos convulsos a nivel mundial, y por eso debemos recordar, exactamente como pidió el papa Francisco: “No olvidemos a la gente, a los pueblos que sufren el mal de la guerra. Las guerras son siempre una derrota. Una derrota en la que solo ganan los fabricantes de armas. Por favor, pensemos en Palestina, en Israel. Pensemos en Ucrania, que tanto sufre”.
En un mensaje en su perfil de la red social X Francisco escribió: “Para los habitantes de Tierra Santa se anuncia Navidad de dolor, de luto. No queremos dejarlos solos. Estemos a su lado con la oración, con la ayuda concreta”. Y, con Bergoglio será oportuno que en esta Navidad nos sumemos a este clamor: “Pensemos en los niños de la guerra, vayamos al pesebre y pidámosle a Jesús la paz”.
A escasas horas de que las familias paraguayas celebren el nacimiento de Cristo debemos mirar asimismo al interior de nuestro país y de la realidad que vivimos a nivel social, económico y político.
Este no es el Paraguay que queremos, hay pobreza y desigualdad, servicios públicos muy deficientes para la población que no encuentra solución a los reclamos, hay demandas no satisfechas de mejor salud, educación y seguridad para la gente. Faltan empleos e ingresos dignos para los trabajadores; y sobre todo, vivimos con una profunda sensación de desesperanza por culpa precisamente de los malos ejemplos y acciones de nuestras autoridades. El caso del nombramiento del hijo del presidente del Congreso Nacional (quien no soportó las críticas y renunció) es apenas una de las muestras de la burla de la clase política. Los más afectados por esto son los jóvenes que no encuentran trabajo, y no pueden estudiar, y al final viven con la sensación y la convicción de que de nada les vale el esfuerzo si los hijos de los políticos colorados son los únicos que tienen oportunidades.
Precisamente, por estas realidades, las del mundo que son tremendamente dolorosas, y por las situaciones de nuestro país que nos llevan al desaliento, debemos abrirnos a la esperanza; no permitir que nadie nos la arrebate. Defendamos la alegría, como pedía el poeta, para afrontar los problemas, la pobreza, la desigualdad y la indiferencia de los políticos para fortalecernos y poder construir un Paraguay más democrático, menos desigual y más justo para todos los paraguayos y paraguayas.